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El club de los dirigentes eternos

Blatter lleva 13 años al frente de la FIFA, lejos todavía de los 21 que estuvo Samaranch en el COI o de los 23 que cumple Villar en el cargo

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E l deporte es territorio de contrastes. La vida profesional de los deportistas de élite es muy corta: al cumplir los treinta años, el reloj biológico empieza a tocarles las últimas campanadas y los interpelados deben dejarse de pamplinas y buscarse otro oficio. Sin embargo, los dirigentes deportivos no tiran la toalla tan fácilmente. Sienten un especial cariño por sus poltronas, que deben ser realmente confortables: permanecen en ellas lustros y lustros, como si estuvieran atornillados, y sus mandatos van adquiriendo la consistencia y la solidez vitalicia de un pontificado. Sepp Blatter, por ejemplo, tiene 75 años y ha asegurado que esta será su última reelección, pero nadie se lo toma muy en serio. Ya lo dijo antes. Cuando asumió la presidencia de la FIFA en 1998, Sepp se convirtió en el octavo presidente de una institución centenaria. Un número muy escaso, sobre todo si tenemos en cuenta que dos de ellos, el francés Robert Guérin (1902-1904) y el belga Rodolphe Seeldrayers (1954-1955), apenas estuvieron un par de ejercicios en el cargo. Para compensar, el antecesor y maestro de Blatter, el brasileño Joao Havelange, permaneció la friolera de 24 años en el poder. Ahora, a punto de cumplir los 95 años, es el presidente de honor de la FIFA.

Sepp no quiere jubilarse. Y eso que si uno quiere seguirle en su Twitter debe hacerlo con un mapamundi al lado: solo en los dos últimos meses, ha escrito mensajes desde Timor Oriental, Myanmar, Guatemala, Honduras, Belize, Costa Rica, Paraguay, Serbia, Palestina, Sudáfrica y Japón. Quizá en ese continuo trasiego y en los honores que recibe de aquí para allá radique, más que en el sueldo, el auténtico embrujo del poder. Él, por supuesto, no lo confiesa. Habla de su entusiasmo por recuperar los valores primitivos del juego y de su misión para extender la pasión (y el negocio) del fútbol por las zonas aún vírgenes de África, Asia y Estados Unidos.

El récord de Villar

Blatter tiene algún punto en común con Juan Antonio Samaranch, el gran pope del olimpismo: ambos hicieron sus pinitos como cronistas deportivos y los dos tuvieron buen ojo para saber dónde estaba el negocio. Pero solo con eso no les hubiera alcanzado para quedarse decenios en el cargo. Además, ejercieron como diplomáticos consumados, capaces de asegurarse periódicamente los sufragios necesarios para seguir en el poder. Samaranch estuvo al frente del Comité Olímpico Internacional 21 años, desde 1980 hasta 2001, cuando cedió el testigo a su actual presidente, el canadiense Jacques Rogge.

Pero un dirigente deportivo va camino de pulverizar todos los récords de longevidad: Ángel María Villar (Bilbao, 1950), licenciado en Derecho, exfutbolista internacional y actual presidente de la Federación Española de Fútbol. Villar ocupó por primera vez su asiento en 1988 y ha sido reelegido en cinco ocasiones. Todos los intentos por tumbarle han sido infructuosos. Incluso por parte del Gobierno, que en 2007 publicó una orden ministerial para obligar a las federaciones no clasificadas para los Juegos de Pekín a convocar elecciones en el primer trimestre del año 2008. Villar se negó y coqueteó con la inhabilitación. Pero su amigo Blatter le apoyó e incluso amenazo con retirar a España de las competiciones internacionales si el Ejecutivo seguía adelante con su pretensión. Finalmente, Villar se salió con la suya. Consiguió aplazar los comicios, España ganó la Eurocopa, salió reforzado y logró en las elecciones de noviembre de 2008 una mayoría aplastante.

Un año menos en el cargo lleva José María Odriozola (Pontevedra, 1939), catedrático de Bioquímica en la Universidad Complutense (en excedencia), antiguo fondista y presidente de la Federación Española de Atletismo. En 2008 fue reelegido por sexta vez y sin oponente alguno.