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El juicio pierde tirón con la ausencia de María José Campanario y Jesulín

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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La vallas que a primera hora colocaron los agentes de la Guardia Civil ante las puertas de la Audiencia provincial no fueron ayer necesarias. La acusación de María José Campanario y su madre Remedios Torres fue sin duda una gran tirón para que tanto medios como público ocuparan la acera a la espera de tener las mejores declaraciones en el primero de los casos, o en su defecto, insultar a la esposa del diestro, en el segundo. Con el permiso para ausentarse del presidente de la sala tercera, Manuel Groso, el tirón mediático baja y el público se dedica a sus quehaceres cotidianos. A las nueve de la mañana solo algunos medios de comunicación estaban haciendo guardia por si la esposa del diestro decidía venir, cosa que como ya esperaban no sucedió. A la salida, de nuevo, tan solo esperaban ellos, los de siempre, los periodistas, a la espera de tener alguna declaración del que centró la atención del día, Francisco Casto Pérez Lara.

Dentro de la sala, el inspector médico acusado de falsificar expedientes médicos para garantizar pensiones de invalidez no perdió detalle de cuanto se dijo de su persona. Durante las cerca de siete horas que duró la sesión, Casto Lara , en una segunda fila, apuntó en su libreta las declaraciones de los que fueron en alguna ocasión compañero de trabajo, amigo y hasta jefe. No frunció el ceño, tampoco dijo nada. Su abogado ya se encargó de abordar todo tipo de cuestiones de forma reiterada.

Tras el fin de la jornada judicial, el propio Casto Lara explicó a los medios de comunicación que «no sabía nada de la desaparición de los expedientes» a la que se refirió el coordinador de la Unidad Médica de Incapacidades y «que ha sido la primera noticia que he tenido al respecto». Fueron sus únicas palabras.