SABEMOS
Actualizado: GuardarQué hacer con el movimiento de los indignados. Ni los mismos protagonistas lo tienen claro. Pero, de momento, insisten, aguantan, no se dan por vencidos y mantienen la imagen de España en primera página de la prensa internacional e imágenes de sus movilizaciones y acampadas abren los informativos televisivos de docenas y docenas de países.
En Málaga como en Sevilla resisten, al igual que en Granada y Huelva. Mientras, el Poder político insiste en no darse por aludido. Resulta llamativo y, tal vez, indicativo, el silencio del triunfante PP ante la movilización de tantos airados que exigen democracia real y operativa. Tampoco el lastimado PSOE en las urnas ha tenido, hasta el momento, al parecer, momentos para la reflexión. Felipe González intervino en la campaña andaluza y apenas sí mencionó el fenómeno. Alfonso Guerra, por cierto, ni siquiera se dejó ver por el espacio que fue llamado 'santuario socialista', naturalmente, por la derecha. De hecho, Alfonso Guerra, lleva un tiempo en una especie de espacio ignoto que le impide dejarse ver por sus incondicionales y seguidores.
Sabemos que nuestro país es una realidad acomodada y fundamentalmente espectadora, de forma y manera que cuando se da por aludida y explota se convierte en el principio de un cambio de rumbo universal. Así sucedió repetidamente en la alta antigüedad y también rugió en la última centuria. Y ahí estamos.
Incluso los expertos en reacciones sociales y revisiones históricas dudan y se tocan la ropa antes de inclinarse a ofrecer opiniones. En cualquier caso, conviene precisar que en el supuesto de que los diferentes poderes dejaran que el fenómeno se consumiera en sí mismo, algo absolutamente posible por no decir lógico, y que sus líderes, una vez más machacados por la historia y el filibusterismo de las grandes corporaciones económicas mundiales y los bloques políticos supranacionales, tendrían que lamentar, mucho antes que tarde, haber dejado pasar una espléndida oportunidad para acercar a tantos miles y millones de personas que en el fenómeno que nos ocupa y del que se podría haber extraído mandatarios futuros de indudable tino y presencia. Los creyentes de los cambios sociales que apuesten, cuando menos, y los indiferentes que no estorben.