Mucho más que un alojamiento
La Residencia Escolar de Jerez recibe 240 solicitudes para sus 80 plazas
Jerez Actualizado: Guardar. Son de Olvera, de Zahara, de Algodonales, de Paterna, de Arcos, de Villamartín... pero estudian y viven en Jerez. Sus localidades de origen son pequeñas, están alejadas de los núcleos urbanos o no pueden permitirse un desplazamiento diario hasta un instituto en la ciudad, de ahí que cada vez sean más los jóvenes de la provincia que optan por solicitar plaza en una residencia escolar. En Jerez, 80 alumnos de entre 12 a 20 años viven este curso en las instalaciones del Rancho Colores, junto al Colegio de Sordos.
El auge que vive este centro se mide perfectamente en cifras: han recibido este año 240 solicitudes para sus 80 plazas, justamente tres veces más de lo que pueden asimilar. «El objetivo es compensar las diferencias de oportunidades que tienen los alumnos en los pueblos», explicó la directora del centro, Visitación Contreras. La residencia –que nació asociada al Colegio Provincial de Sordos– ha pasado otras épocas de escasez de alumnos pero ahora es todo lo contrario. De hecho, de un tiempo a esta parte las peticiones se han multiplicado por cinco: «Los requisitos son que sus localidades no haya los estudios que quieren, la renta y la distancia».
Las buenas calificaciones son una exigencia también: «Si suspenden no pueden seguir aquí», indicó la responsable. Entre los residentes hay alumnos de peluquería, de ciclos formativos de arte, de administración... y también hay plazas para aquellos que simultanean sus estudios obligatorios con otras enseñanzas como el Conservatorio, o con deporte de alto rendimiento.
Conscientes de que los estudiantes pasan mucho tiempo en la residencia Rancho Colores, su equipo directivo cuida todos los detalles y siempre se está reformando alguna dependencia del recinto. Así, los alumnos cuentan con un pequeño gimnasio, sala de audiovisuales donde cada semana disfrutan de una película y un salón equipado con sofás, televisor y futbolín para fomentar la convivencia. Tampoco faltan momentos divertidos como la última fiesta de carnaval.
Su segunda casa
«Los padres vienen a ver la residencia, se preocupan porque aquí va a vivir su hijo de lunes a viernes», explicó Contreras. La residencia dispone de comedor escolar –que también atiende a los alumnos del centro de Educación Especial– con menús elaborados por un médico especialista en nutrición y ofrece servicio a diferentes necesidades: «Hay alimentos de temporada, especial atención a la obesidad, dietas sin gluten, para diabéticos o para niños con problemas de deglución», siguió la responsable del centro.
Los dormitorios están divididos en dos plantas (una para cada sexo) y distribuidos en pequeños apartamentos con baño donde los alumnos pueden hacer vida en común. Cuentan también con monitores que hacen que la residencia no solo signifique alojamiento sino educación. Tres educadores por la tarde y otro por la mañana les apoyan en sus necesidades escolares enseñándoles, entre otras cosas, técnicas de estudio.
Damián de la Torre es de Algodonales y cursa 1º de Ebanistería artística. Es su segundo ciclo formativo después de haber terminado Vaciado y Moldeado artístico: «Aquí estoy cómodo y tengo beca, qué más se puede pedir». El joven promociona en su localidad las bondades del Rancho Colores: «Les digo a mis vecinos que se vengan aquí para estudiar. Al principio puede parecer estricto pero después no es tanto.
Tiene que haber normas para los que no colaboren», dice Damián con sensatez. También de Algodonales es la joven Judith Mejías, que estudia Peluquería en la academia del Grupo Gálvez. Lleva dos años en la residencia, donde ha hecho su grupo de amigas. «De mi pueblo van a venir más porque yo se lo he dicho», asegura. Al igual que a Damián «fue la orientadora de mi pueblo que la me informó de que existía la residencia», dijo.
El día a día de los residentes empieza con la recogida por la mañana del autobús urbano que los lleva hasta el centro, donde pueden coger la línea adecuada para su instituto o academia de estudios. A mediodía, otro autobús urbano los vuelve a dejar en la residencia donde comen y dedican la tarde a los estudios, a hacer deportes o participar en actividades del centro.