Radiografía de un enigma
La causa de la muerte no se sabe con certeza, pero se baraja la epilepsia como la opción más plausible. LA VOZ analiza y muestra las imágenes de la niña momia que apareció a finales de los 80 en la Parroquia de San Lorenzo
Cádiz Actualizado:Los operarios que trabajaban un buen día del año 1987 en las obras de la parroquia de San Lorenzo de Cádiz no se imaginaban que aquella jornada de trabajo no iba a ser como las demás. No podían intuir que tras derribar muros, picar suelos y acumular cascotes iban a ser testigos de uno de los hallazgos más misteriosos de la historia de la ciudad. Oculto en una grieta bajo la bóveda de la iglesia descubrieron un cuerpo menudo. Cubierto por una especie de esterilla, se trataba del cadáver de una niña, aunque no eran capaces de adivinar la edad que debía tener cuando murió.
Por el calor y la humedad característicos de esta zona, su cuerpo aún conservaba parte de los tejidos. Estaban ante una momificación natural y hasta ahora, la única momia que ha aparecido en Cádiz.
Llevaba un vestido bordado, de encaje, medias de lana y unos zapatitos de charol claros, pero lo que más llamaba la atención era su rostro, su mueca grotesca y la cabeza girada hacia el brazo derecho, encogido. Los expertos los llaman 'postura antiálgica' y es la posición que adopta una persona para evitar un fuerte dolor.
Curiosamente, la noticia no trascendió a la prensa, pese a lo insólito del hallazgo. ¿Qué hacía un cuerpo escondido en un sitio como ese? No se trataba de una tumba, no estaba enterrada, sino oculta. ¿Y por qué ahí? Además, el aspecto de sus vestiduras daba a entender que en su día la pequeña perteneció a una familia acomodada.
Los restos se llevaron a la Facultad de Medicina y después fueron a parar al Hospital Naval de San Fernando donde se le practicó una autopsia y un estudio radiológico. El objetivo era determinar la edad de la niña y observar las lesiones que pudieron conducirla a la muerte. El doctor Blanco Villero, anatomopatólogo, le hizo las pruebas pertinentes, que revelaron, además de la edad, -unos 5 o 6 años-, una luxación en la cabeza del húmero, la novena costilla hundida y una diferencia de altura entre la cintura escapular derecha y la izquierda.
Licenciada en Medicina y Arqueología, Milagros Macías López, fue la única que de verdad sintió la necesidad de profundizar, de investigar más en el caso. «Le habían hecho unas radiografías vestida y yo quise hacer un estudio más profundo». Su trabajo le llevó a constatar que la niña tenía una malformación congénita en el hombro, pero la cuestión de la luxación le inquietaba. «Es algo muy raro en niños», apunta la paleopatóloga. La causa tuvo que ser un fuerte golpe. Al final concluyó su informe con una hipótesis: «las lesiones podrían ser compatibles con una crisis epiléptica». Eso sí, la pequeña falleció sin que la luxación fuese reducida, por lo que Macías deduce de esto que «los acontecimientos de la muerte y el traumatismo tuvieron que estar próximos en el tiempo».
Pese a que la experta subraya que no se puede constatar objetivamente ninguna causa de la muerte, la teoría más plausible es que la niña entrara en «estatus epiléptico» y debido a las fuertes convulsiones, se dañara el hombro. Es más, en aquella época -la muerte se debió producir a finales del siglo XIX o a principios del XX-, había un gran desconocimiento de la enfermedad. «Una crisis epiléptica, si dura mucho, y no se trata, puede provocar la muerte porque hace que la musculatura se contraiga e impide a la persona respirar».
Un misterio sin resolver
La razón que llevó a la pequeña de cinco años a fallecer no es el único interrogante de esta truculenta historia, el principal hace referencia a por qué se ocultó el cuerpo en una grieta en la iglesia y no en un cementerio. A este respecto, Macías se atreve a apuntar dos opciones: «o se trataba sencillamente de ocultar un cadáver o bien querían colocar a la niña en un lugar sagrado». Esta última conjetura casa perfectamente la hipótesis de la epilepsia, ya que siglos atrás, cuando aún no se tenía información sobre este mal, muchos lo relacionaban con posesiones demoníacas.
Aun así, es un misterio verdaderamente difícil de resolver. «En su día este tema no interesó a nadie», se queja Macías. Solo se expuso el cuerpo en una ocasión, en otoño de 1997, con motivo de la celebración en San Fernando de un Congreso Internacional de Paleopatología. Eso sí, la momia no formó parte de las discusiones de los expertos, pero sí estuvo expuesta en el museo municipal de La Isla. «Mucha gente fue a verla», recuerda Macías, e incluso salió su foto en la prensa, pero poco después la niña momia fue trasladada al Museo Provincial de Cádiz y su historia cayó en el olvido. Hasta hace unos meses, que apareció durante un inventario en los fondos del centro.
Pese a que ya se mostró hace más de una década, la delegación de Cultura descarta volver a exhibirla al público.
«No entiendo por qué nunca nadie quiso seguir investigando, ni siquiera algún becario de la Universidad», se pregunta Milagros Macías, que durante un tiempo acudió a los archivos de la parroquia de San Lorenzo para repasar las actas de defunción. «Un trabajo ingente», por lo que abandonó su empresa.
Ahora, el equipo de Cuarto Milenio -el programa televisivo que presenta Iker Jiménez-, igual que este periódico, le ha hecho rescatar su documentación, de donde han salido las fotografías que se muestran en este reportaje. Incluso, dispone de algún material audiovisual de la autopsia que planea pasar pronto a formato digital.
Milagros Macías reconoce que la única pista que puede seguirse en la actualidad para intentar despejar algunas de las muchas dudas que rodean esta historia es que «un experto en tejidos examine detenidamente la ropa de la niña e incluso los zapatos», para poder concretar algo más la fecha de su defunción.
Iniciales bordadas
Hay una curiosidad más. Según recuerda la médica, «la ropita interior que llevaba la pequeña tenía unas iniciales bordadas, pero he examinado mis fotos y no he encontrado ninguna de ese detalle en concreto. Sólo recuerdo que una de ellas era una 'L'».
La paleopatóloga se resigna a abandonar su empresa del todo. La ropa bordada que llevaba «estaba cosida a máquina» y esta «llegó a España en torno al año 1890».
Por otro lado, los zapatos de la pequeña, de charol blanco, con un poco de tacón y una moña encima, aunque «algo carcomidos por los insectos», son otra opción a estudiar para intentar dilucidar a qué época pudieron fabricarse.
La posibilidad de que la parroquia guarde en sus archivos un acta de defunción de la pequeña es bastante remota, teniendo en cuenta cómo y dónde se encontró el cuerpo, oculto en un resquicio bajo la estructura de la bóveda del edificio.
Otra curiosidad del caso es que el actual párroco de San Lorenzo, Jesús García Cornejo, la primera vez que fue consultado por este medio creía que la historia de la niña momificada era pura leyenda y que no había ocurrido en realidad. Pero la momia de Cádiz existe y actualmente duerme en los almacenes del Museo Provincial, entre otras piezas arqueológicas u obras de arte más tardías que o bien no son dignas de exponerse en unas vitrinas, o bien no hay espacio suficiente en el centro como para que puedan lucir ante el público. No hay respuesta. En el caso de esta pieza, cuando LA VOZ publicó su historia, los responsables del museo adujeron razones éticas.