La cara femenina del flamenco de Jerez
Tomasa Guerrero 'La Macanita' Cantaora
Actualizado:Es, no cabe duda, una de las más importantes cantaoras que ha dado Jerez, y lo demuestra cada vez que se sube a uno de los escenarios que recorre. Últimamente ha actuado en lugares como Barcelona, en la peña La Platería de Granada y... «Ay, hijo, no sé; no me acuerdo de lo que hice ayer, me voy a acordar de lo que he hecho hace tres meses». Sus golpes de espontaneidad son algo realmente fantástico. En fin, lo cierto es que Tomasa viaja mucho, a veces demasiado. Según asegura, «los desplazamientos por trabajo se hacen muy pesados, son muchas horas». A la hora de viajar la cantaora elige el tren por delante de cualquier otro medio de transporte. «El avión no me gusta», señala, «pero no por miedo sino porque no aguanto las esperas en los aeropuertos, los retrasos, las cancelaciones y las horas que se pierden». Aún así, en muchas ocasiones no tiene más remedio que volar «y cuando el avión hace algo raro, alguna turbulencia o algo así yo me pongo a tocar las palmas». El arte de La Macanita ha llegado a lugares tan alejados como Japón, Nueva York o Bélgica, que, por cierto, es el país que más le ha gustado de los muchos que ha visitado a lo largo de su carrera. «Cuando se está por ahí se echa mucho de menos el sol de aquí, la alegría de Andalucía; Londres a las cuatro de la tarde es muy triste, no hay nadie, es como aquí a las dos de la madrugada», cuenta. En cuanto a la calidad del público se queda con París y con los alemanes, «que son muy buenos». Otra de las cosas que echa de menos cuando está fuera es la comida de su tierra. La artista jerezana es un auténtica experta entre los fogones. Si se le pregunta qué plato le sale mejor, la lista puede ser verdaderamente interminable: «Los potajitos de lentejas, la berza, los caracoles, el menudo, el gazpacho, el arroz con gambas, el pollo en salsa, las albondigas con tomate, las papas con huevo...». Desde luego, dan ganas de irse a comer a casa de la cantaora hoy mismo. Pese a sus habilidades culinarias, sin embargo, Tomasa intenta cuidarse, anda mucho y evita los fritos, el pan y todo aquello que sabemos que engorda, aunque dice que no es constante como para llevar una dieta continuada con un endocrino y que «los cantaores tampoco podemos permitirnos perder muchos kilos de una vez porque influye en las cuerdas vocales». Como casi todas las artistas, la Macanita es una mujer coqueta: «Me encantan los zapatos, los bolsos, y meterme en las tiendas aunque sea solo para mirar y no compre nada». Del vestuario que tiene para cantar se siente especialmente satisfecha de aquellos modelos que le hace especialmente para ella la diseñadora jerezana Amparo Macía, y añade que «me encanta su estilo y siempre que puedo voy a sus desfiles». Si se atreven a regalarle un disco acertarán siempre con artistas como Moncho o con la música cubana, aunque lo que más escucha Tomasa es, como no, flamenco. Parrita y los discos antiguos de El Lebrijano son la predilección de la Macanita, que es una mujer que disfruta con muchas cosas, pero, especialmente, con la playa, con el campo, con su familia, con sus sobrinos, y con el perro de su hermano. «Se llama Jon, viene a verme tres o cuatro veces al día, sólo le falta hablar y es muy señorito», asegura entusiasmada.