CRÍTICA TAURINA

CARÁCTER DE EL FANDI FRENTE A SUS REVENTADORES

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El Cid había firmado la corrida de Las Ramblas y cambió para bien la moneda, porque el toro de José Vázquez tuvo nobleza antes de rajarse y por eso no le hizo sufrir y porque el toro de Iniesta descolgó con calidad y nobleza, y fue con diferencia el mejor de los nueve que se soltaron en una de esas corridas culebreras de San Isidro que empiezas a las siete y terminan dos horas y media después. Excelente el estilo. Tenía ganas de correr. Según costumbre o vicio, El Cid abusó de los capotazos de brega y doma, que mortifican al toro que sea. Corrido, el toro cobró un buen puyazo primero, se movió de bravo en banderillas y estuvo en la muleta enseguida. Listo, El Cid abrió sin pruebas: de largo, casi en los medios y dando al toro viaje a querencia, con la zurda y mano baja, engaño por delante. Perfecto. Tres tandas de signo declinante, sin embargo: mejor la primera que la segunda, y la segunda que la tercera, porque en el primer muletazo que vino sin tocar se metió el toro y El Cid lo acusó. Los cambiados de remate fueron por el mismo pitón izquierdo. No el de pecho obligado. Con la diestra El Cid se abrió en exceso, pero se columpió él mismo más que el toro, que vino por fuera y por eso rebrincado. Fue, por tanto, faena de más a menos. Se quedó con la miel en los labios todo el mundo. Incluido el toro de José Luis Iniesta, que nunca había lidiado en las Ventas un toro a su nombre y que se soltó sin divisa. El Cid tuvo de cara ese toro y el favor de su gente de Madrid, que lo quiere de verdad. Es probable que el papel de «consentido», como se dice en taurino mexicano, haya venido a manos de Talavante, igual que El Cid lo heredó de César Rincón.

El Fandi fue, esta vez, y por parte del sector calvinista, blanco de toda ira. Una especie de odio africano fuera de toda proporción o medida. Lo estuvieron friendo desde el principio. Protestaron el primero de sus dos toros de lote, que, zancudo y musculado pero no relleno del todo, tuvo sus dos puntas finas y visibles y que, muy tardo, escarbador, frenado y algo revoltoso, no fue sencillo. En banderillas, en tercio seguro y cumplido, El Fandi tuvo que oír frases insultantes, vejatorias. Un agravio insólito. El Fandi se templa de capa con un toro, va en serio, y aquí se quedaron muchos con la boca abierta, dos pares de banderillas comprometidos y reunidos, y una faena de muleta que, brindada al público, dio de sí lo mismo que el toro, que sólo quería medias alturas, no tenia golpe de riñón y miraba al volverse. Y se acabó parando antes de tiempo. Por si quedaba alguna duda, una estocada extraordinaria, de las mejores de la feria, y dejándose llegar el pitón de cruce hasta los alamares del chaleco. El Fandi volcó a favor el ambiente. Parecía imposible. No le dejaron salir a saludar los mismos que habían ido a los toros sólo para asarlo.

Con la hierba en la boca, llamado para una sustitución apenas dos semanas después de la confirmación de alternativa, el mexicano Arturo Saldívar pisó plaza con firmeza y entrega indiscutibles. El toro más chico e inocuo de los cinco de Las Ramblas sorteados; el más grande, un casi mastodóntico cinqueño ya al borde de la edad reglamentaria. Áspero, parado, a la espera, a porrazo limpio, este sexto, que miraba por encima de los engaños, le dejó entretenerse bastante menos que el tercero. Pero con los dos se quedó muy quieto. Estuvo muy de verdad con el tercero. O sea, muy valiente. Improvisando y sorprendiendo. Sin redondear: es torero nuevo.