Imagen de un momento de la actuación de la banda estadounidense de rock alternativo The Flaming Lips, en la primera jornada.
FESTIVAL de MÚSICA

Recuperando el tiempo perdido

El 'Primavera Sound' se lleno de carteles de apoyo a los acampados

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Ojala todos las causas de indignación que padece la gente hoy en día fueran tan fáciles de solventar, y nunca se tuviera que llegar a repetir algo como lo que ocurrió ayer en la Plaza Catalunya. Recuerda demasiado a otros tiempos y estando en la supuesta capital de la modernidad de la península, el fútbol no es excusa lícita en ningún caso para el uso abusivo de autoridad que las fuerzas del orden desplegaron ayer contra quienes simplemente quieren hacerse oír.

Aunque en la jornada precedente los asistentes al festival Primavera Sound habían mostrado su indignación con los hechos relacionados con los errores organizativos a través de las redes sociales, las caras de los asistentes a los diferentes conciertos por la tarde también eran muy distintas. Para empezar, sorprendían las barras vacías en los establecimientos de comida y bebida. El tránsito de gente de un escenario a otro era más o menos ligero y más o menos constante también. El sonido de cada uno de ellos además fue irreprochable. El eterno dilema de qué ver en cada momento se hizo presente ayer más que nunca. Y las colas de devoluciones de dinero recargado en las tarjetas monedero de la discordia eran más o menos llevaderas, salvo por el pequeño inconveniente de que se quedaron sin cambio en más de una ocasión y la gente que esperaba- y tenía la mala suerte de no llevar cambio encima- tenía que repetir el esfuerzo de nuevo horas más tarde.

La presencia de mayor gente en el recinto también era notable. El escenario ATP estaba ya bastante completo a las 19.15 horas con el concierto de Tennis. Ritmos sesenteros, y voces dulces para una buena tanda de canciones bonitas, bailables, coreables y un poco empalagosas también, como Marathon o Seafarer. Un poco más tarde, a las 20.00 horas comenzaba M. Ward en el escenario San Miguel, en el ala opuesta. Pese a que hubo quien aventuró que acudiría al concierto en acústico, como en el resto de su gira, el norteamericano se presentó en el amplio espacio con toda la banda para hacer las delicias de un público entregado con ganas de bailar ritmos más americanos que nunca. El músico se desenvolvió como un auténtico cowboy interpretando temas no solo de su ‘Hold time’ si no que se divirtió, y nos divirtió, con versiones de grandes clásicos como Chuck Berry.

Del escenario San Miguel al escenario Llevant hay un paseo considerable que la gente se lanzó a recorrer antes de que finalizase el bis de Matthew y los suyos. The National, uno de los atractivos de la noche, comenzaba su actuación antes de las 22.00 horas. Su coreado ‘Bloodbuzz Ohio’ sonó pronto, pero una retahíla interminable de grandes temas de la banda le siguieron quizás con la intención de demostrar que Matt Berninger y el resto dela formación no son una banda de un solo hit. Con copa de vino en mano, el de Cincinnati interpretó ‘Slow Show’, ‘Fake of empire’, ‘Anyone's Ghos’t, ‘Afraid of everyone’, ‘Sorrow’ y, para terminar la noche después de’ Terrible love’, que parecía que iba a ser la coda para un magnífico concierto, cerraron con la inesperada ya ‘About today’ que provocó esa sensación de desazón , de incapacidad del ser humano para ser completamente feliz que desprenden todos los temas del líder de The National.

Casi de manera inmediata había que trasladarse a ver otro de los grandes conciertos de la noche. Belle & Sebastian hacían acto de presencia poco antes de las 23.00 h en el escenario San Miguel. Aunque la mayor parte de los asistentes a este festival seguramente hayan podido disfrutar el concierto de los de Glasgow en varias ocasiones, por alguna razón poco racional el escenario volvía a estar llenísimo, las canciones “de siempre” ‘ If you are feeling sinister’, ‘I want the world to stop’ (muy adecuada para la jornada que estaba finalizando) o The boy with the Arab Strap sonaron ayer de nuevo más emocionantes que nunca, más adecuadas que en ningún otro momento, más sentidas que en otras muchas ocasiones. La banda al completo es capaz de conseguir eso con su música de una manera casi mágica. Y esa virtud no es tan habitual, por desgracia, entre muchas de las nuevas formaciones que siguen su estela.

Pasada la medianoche el Llevant acogía de nuevo otro de los conciertos más esperados, el de Deerhunter, que rivalizaba con otra gran banda Explosions in the sky, lo que provocó un adecuado reparto del personal que procuró espacio suficiente en el recinto para bailar sin fin los temas que se iban solapando en intermedios musicales de más de 10 minutos privilegiados de saber hacer de la banda, de juegos vocales de un Bradford Cox inagotable, de buenos temas y perfectas melodías entre el ruido más armónico, hasta la balada más acelerada. En la pasada edición del Primavera Sound tuvimos el privilegio de ver a Bradford en solitario con su otro proyecto Atlas Sound y en esa ocasión llegué a pensar que no le hacía falta nadie más para conseguir un concierto perfecto. Pero me equivocaba. Los chicos de Atlanta, pese a los muchos cambios padecidos en sus filas, dieron rienda suelta a temas excepcionales como ‘Agoraphobia’ o ‘Nothing ever happened’.

P-U-L-P

Cuando parecía que la noche no podía mejorar, llegó el turno de Pulp. Personalmente nunca había visto tanta gente en torno a un escenario. Hasta las pantallas dispuestas al efecto en la zona de comedor tenían sus espectadores. Sobre el escenario las letras P-U-L-P se fueron encendiendo con grandilocuencia para conseguir que el público enloqueciera con la aparición de Jarvis Cocker sobre el escenario. También el festival había acogido su actuación dos años antes en solitario y el número de asistentes había sido elevado, pero no con tanta desmesura. Está claro que la gente quería recuperar temas como ‘Common People’, ‘Do you remember the first time’ (con la que abrió, muy adecuadamente) o Disco 2000.

El público quería recuperar estos y otros tantos temas, escucharlos en directo, corearlos y bailarlos sin tregua. Are you high? Preguntaba Jarvis. Estaba claro que sí. Sus contorneos azuzaron al público entregado durante un tiempo infinito que nadie quería que terminase. Su actitud, solo comparable a la de otros personajes con un carisma similar como Bowie, inundó el recinto de buenos presagios. De hecho, fue el cierre para una gran parte de los asistentes. La jornada de hoy, por nombres de cartel, debería estar a la altura.