opinión

La travesía del desierto

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El Partido Socialista se enfrenta, como los personajes de 'Cielo amarillo', a una larga travesía por el desierto. Y como toda travesía por el desierto puede ser mala o peor. No hay otra. A estas alturas ya no se trata de evitar el entierro del zapaterismo, porque ya lo ha enterrado la ciudadanía dejándolo en un 27%. Así que la desolación del desierto puede ser el lugar adecuado para reencontrarse, bajo 'el cielo protector', como Lawrence de Arabia en Wadi Rum ante los siete pilares de la sabiduría. De momento la socialdemocracia española se ha vaciado de discurso frente a la crisis, y esto no se llena con los sacrificios dramáticos del presidente, pero dramáticos no tanto para Zapatijeras como para los ciudadanos en paro o con los ingresos pespunteados. La representación gráfica de todo esto es el mapa casi azul, en pocos meses del cabo de Gata a Finisterre. A estas alturas el PSOE no puede plantearse evitar la travesía del desierto; solo hacerla con coraje e inteligencia guiándose por los mejores sin pensar en retroceder o explorar atajos inexistentes. Y van a tener que asumir que detrás tienen el rodillo de una hegemonía que, con el monstruoso poder clientelar de las autonomías, va a empujarlos al desierto sin nada de agua.

Hay una lección no demasiado lejana que tal vez les enseñe algo: los errores del PP tras la derrota de 2004 cuando se resistieron a toda autocrítica refugiándose en las teorías conspiranóicas y en defender lo indefendible con las armas de destrucción masiva, el maniobrerismo del 11-M o el Yakolev para promover la teoría del poder usurpado que les hizo alargar la derrota a 2008. La resistencia a la realidad es siempre una mala estrategia; y nada se transmite tanto del escenario al patio de butacas como la irrealidad. A Zapatero lo ha descabalgado su votante; tres o cuatro millones de papeletas que no estarán en las generales. Y las elecciones en España se ganan o se pierden según ese cupo de votos que apoya o no a la izquierda frente al voto invariable del PP. Así que el PSOE necesita no refundarse pero sí rehacerse; y esa catarsis no es un simple cambio de máscara o de atrezo sino repensar aquella renuncia a ser un 'big tent party' integrador al apostar por las fracturas de los estatutos, los cordones sanitarios y los excesos del laboratorio social, donde hay aciertos pero demasiados errores. En definitiva, como decía Saramago, «la derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva; y la victoria algo negativo: jamás es definitiva» pero atrincherarse en El Álamo de la Moncloa hasta la última bala es solo postergar el desenlace amargo en lugar de adelantarse al calendario asumiendo que ya están en las puertas del desierto.