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CRÍTICA TAURINA

SERGIO FLORES LEVANTA PASIONES

BARQUERITO
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Una muy seria novillada de Montealto. De sangre Juan Pedro Domecq vía Algarra y El Ventorrillo. Lustrosa, cuajada, de variadas pintas, muy en puntas, ofensiva, con motor de arrear. No sencilla.

Y tres novilleros de cabal valor probado: el francés Thomas Dufau , el mexicano Sergio Flores y el madrileño López Simón.

Un segundo novillo colorado, hondito, algo recogido pero bien puesto, fue con diferencia el más propicio de los seis. No se lo dejó ir Sergio Flores, que estaba encendido desde el arranque. Un inoportuno y laborioso quite al primero de corrida, que no se enceló nunca. Ya en su toro, un muy vibrante recibo a la verónica: desparpajo, soltura, bragueta, buenos brazos, serio encaje. Media de broche y el remate sorpresa de una hermosa larga afarolada, que fue anuncio de toda la ambición que vino después.

Sensación de torero en marcha que tardó nada en confirmarse. Un quinto novillo largo y ensillado, que metía la cara pero punteaba engaños y se revolvía, que escarbó en señal de genio, que desmontó al valiente piquero Romualdo Almodóvar tras izar por los pechos un caballo volátil y que sacó en la muleta díscolo son: frenadas de toro que se entera, tornillazos en los viajes de vuelta. Hubo que poderle. Le pudo Sergio sin perder ni aire ni pasos, sin descomponerse. Cabeza y corazón para resolver. La gracia de un pase de las flores en su genuina versión La Serna cuando ya parecía acabado el duelo. Un pinchazo, una estocada caída. Mucha pasión.

Lote complicado para Dufau. Pero firme de verdad, siempre bien colocado, seguro y muy fácil con las telas, el torero landés le encontró el cómo y el dónde a un primero que se huía de engaños a querencia con intención de aconcharse en toriles. Recursos, oficio para gobernar terrenos. Toreo por alto de primero y de postre; muletazos de cazar, retener y tapar las huidas para hacer al toro tomar engaño a su pesar; ritmo de una faena de inteligencia y unidad. Buen trabajo. Un pinchazo y una gran estocada.

Luego, en corto y por derecho, y al modo clásico de Rafael Ortega, la estocada de la tarde, y de paso la mejor estocada de la feria, para hacer rodar al cuarto de la tarde, que fue el más complicado de los seis. Ni fijeza ni celo, frenado al llegar a suerte, genio sordo: cornadas de blandearse contra el peto de pica, esperas y cortes en banderillas, escarbaduras. Fría la gente desde el arranque. Hasta que Dufau perdió pie en la cara del toro -un resbalón en la cal de la raya, o un pisotón- y estuvo en el suelo encunado y a merced del toro, que le pegó solo un puntazos en la pantorrilla. Buen debut de torero sólido.

Y el muy sereno valor de López Simón que sigue apuntado a torero de caro temple. De torear despacio y encajarse con desmayo, de brazos y ritmo lacios. Lances a pies juntos, a medio camino entre la verónica y el mandil. De rodillas, y de largo y en los medios, abrió con generosas tandas ligadas en redondo dos faenas de distinto color. Un tercero jabonero, más bondadoso que bravo, al que costó fijar, pero lo hizo el torero de Barajas base de paciencia, de ponerse, cruzarse y tirar. Un pinchazo y una estocada capón. Y un sexto con hechuras de cuatreño. Un quite de Dufau por delantales bien reunido. Y un toro violento a la hora de retratarse, que, distraído, arreó estopa y, domado, se paró. Faena de seca firmeza. Y un seco desplante de adorno. Muy original.