Ignacio Garibay, herido, y vuelta al ruedo para Serafín Marín, en la plaza de Las Ventas
Actualizado:Un torero herido y otro casi. Una pancarta se preguntaba: «¿Y las figuras? con el toro light». No se trata de buscar culpables. Los de arriba exigen un toro más apropiado para el triunfo, y menos peligroso. Aunque ninguno está libre de que salga el barrabás. Pero no es de recibo lo de esta ganadería, honra histórica de la bravura, que desde mucho antes que se deshicieran de ella sus anteriores propietarios, no le embiste un toro. Mucha fachada, descomunal, que tampoco se corresponde con el tipo de toro de este encaste en sus tiempos de bonanza. Y, sobre todo, malas ideas.
Basta decir que 'el remiendo' de Nazario y el sobrero de 'Los Chospes' marcaron la diferencia. Hay que precisar. El de Ibáñez tuvo poca fuerza, pero apuntó calidad por el derecho. Topón en el capote, peleó en el caballo con cara alta. Garibay lo probó por arriba, y al bajarle la mano se desplomó. Pero luego hubo acople. Tardaba en acudir al primer cite pero una vez que iba, repetía. El mexicano lo toreó templado y con gusto en dos tandas a derechas de mucha consistencia, incluido un cambio por delante y los de pecho. Toreo de plasticidad. Lástima que al cambiar de mano, el toro empezó a venirse abajo, los muletazos ya de uno en uno, y la faena a menos. El cuarto, toro enorme, todavía más si se compara con lo que es habitual en la tierra de Garibay, peor que el volumen, tenía era «guasa». Como buen manso fue de caballo a caballo, huyendo en cinco encuentros, y sin atender capotes.
En la muleta, las pocas veces que pasó, sin humillar y volviéndose, cuando no por delante. En una de esas arrancadas, en un pase de pecho, Garibay salió por los aires. Cornada. Caída tremenda. Le buscó con saña. Aguantando hasta acabar con el toro, y entrando por su pie a la enfermería.
A Marín casi le pasa con el sobrero de 'Los Chospes', al que dio muchos lances con el capote y con el que estuvo centrado en la muleta. Faena que apuntó muy bien en el toreo a derechas, tirando del toro con suavidad hasta atrás. Sin embargo, no respondió el animal por el izquierdo.
Todavía unas manoletinas muy ajustadas, y la emoción por la voltereta al entrar a matar, cobrando una estocada fulminante. Se pidió la oreja, pero faltaron pañuelos. Marín dio una vuelta al ruedo de las que refuerzan el crédito de un torero. Con el violento y descompuesto quinto ya no fue posible, aunque aquí se la jugó de nuevo.
Aguilar lo intentó también pero sin opciones. Su primero no le dejó ir más allá de las probatura. Y el último tampoco aportó nada. Algún muletazo largo. El trasteo no tuvo continuidad, ni contenido.