Jerez

Cañadas, una vez más, bordó la presentación del pregón

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Esperaba Jerez una presentación dura, cargada de reproches y de rencores hacia el hermano mayor que le vetó, pero Andrés Cañadas, una vez más, demostró que cuando se pone delante de un micrófono, no tiene rival... Una presentación que fue una caricia de mano áspera, un manotazo de un bebé... Repartió a diestro y siniestro, por supuesto, pero cuando alguien quiso darse cuenta, ya estaba dando paso al pregonero, en un alarde más de andar sobre el alambre con una facilidad pasmosa. Cañadas presentó Jerez al rociero, lo contrario de lo protocolario. Oscar no necesitaba presentación, así que Cañadas se esmeró en presentar al respetable, y defendió que allí cabía todo el mundo, sin excepción, porque bajo el manto de la Virgen todos tenemos cabida. Se posicionó, una vez más, del lado del padre Martín Alexis, ya que como bien dijo la sevillana, los amigos están para eso, para poner la mano en el fuego los unos por los otros, porque para tomar cuatro copas, amigos tengo un montón...

Y claro, con su verbo cálido, con su prosa afilada, consiguió lo que todo presentador debería pretender, allanar el camino, asentar las arenas para que el verdadero protagonista lo tenga más sencillo que nadie. Así que elegantemente fue tratando todos los temas que a todos congregaban allí, para decir al final que no hablaría de las cosas que todos esperaban... Cuando, leyendo entre líneas, ya había hablado de todo. Y esto se lo respondió el pregonero, afirmando que por mucho que quisieran separarlos... incluso ahí... era imposible.