Cierran el 'Oak Bar' del hotel Plaza de Nueva York
El local, escenario de varias películas, echa la persiana definitivamente dejando atrás años de fiestas y sotisficación
NUEVA YORKActualizado:Es el bar donde Cary Grant esperaba a Eva Marie Saint en el film de Hitchcok 'Con la muerte en los talones', donde F. Scott Fitzgerald se inspiró para 'El Gran Gatsby' y donde Hemingway se tomaba sus martinis preferidos. Pero ni siquiera su legendario pedigrí impedirá que el Oak Bar, incrustado en el célebre Hotel Plaza de Nueva York, cierre sus puertas el próximo 31 de julio, por una agria disputa económica con los propietarios del hotel.
“En esta ciudad las diversiones y los modales de una sociedad cosmopolita y sofisticada han ido cediendo cada vez más ante la ordinariez y la grosería”, clamó el Grupo Elad, dueño del Plaza, en la demanda por 24 millones de euros que ha presentado contra Eli Gindi, arrendatario del Oak Bar y de su restaurante contiguo, el Oak Room. Tan astronómica cifra cubriría no sólo los 650.000 euros en rentas atrasadas, sino también “numerosas infracciones del contrato de alquiler y las consecuencias de actividades inaceptables”, sostiene la demanda.
Tales actividades se concretan en las desenfrenadas fiestas que se celebran los sábados por la tarde en el Oak Room. Son los “Day and Night parties”, donde acude una ruidosa multitud con garganta seca y bolsillo profundo, para correrse grandes juergas empapadas en Dom Pérignon y, según dicen los tabloides neoyorquinos, en drogas. La música a todo trapo y el desfile de personajes en diversos grados de embriaguez han colmado la paciencia de los multimillonarios que hace un lustro compraron carísimos apartamentos en el Plaza, cuando el hotel vendió parte de sus habitaciones como viviendas, a precios que oscilaron entre 3,5 y 34 millones de euros. Y el tira y afloja ha terminado ante los tribunales.
La Ley Seca, su primer tropezón
Los neoyorquinos se preguntan ahora si otro de sus monumentos tiene definitivamente los días contados. Abierto en 1907 exclusivamente para hombres, es el símbolo de la época dorada de Nueva York que reflejó Edith Wharton en sus novelas, una ciudad opulenta donde reinaban magnates como los Astor, Vanderbilt y Rockefeller. La Ley Seca, que prohibió la venta de alcohol en EEUU entre 1920 y 1933, fue el primer tropezón del Oak Bar pero en 1934 reanudó sus actividades como restaurante, uniéndose con el Oak Room. Una década después, cuando Conrad Hilton adquirió el Hotel Plaza, el famosísimo bar volvió a sus orígenes como coto privado masculino, una especie de club para caballeros amantes del whiskey y los puros, que se mantuvo cerrado a las mujeres hasta 1969. Legiones de famosos han pasado por sus mesas incluyendo a Gabriel García Márquez quien, según las leyendas locales, era adicto a sus incomparables martinis.
La alcaldía neoyorquina trató de proteger este histórico bar al declararlo monumento en 2005, tras la compra del Hotel Plaza por el multimillonario israeli Yitzhak Tshuva, para su conversión parcial en viviendas. Al fin, tras una renovación que costó 3 años y 6 millones de euros, el Oak Bar volvió a abrir en 2008, pero la mala fortuna quiso que coincidiera con la crisis financiera que arrasó la economía mundial. Y ya no levantó cabeza. Las ruidosas y lucrativas juergas de los sábados son un recurso para mantenerse a flote, alegan sus gestores. Pero también han dado la puntilla a este símbolo de pasados esplendores neoyorquinos