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¿Qué quieren?

MANUEL VERA BORJA
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La primavera es el tiempo de los cambios y quizás por ello, suele dar nombre a las revueltas. Cuando los aires de la modernidad soplaban en los campus americanos, Bob Dylan sugería que la respuesta flotaba en el viento. Así que antesdeayer trataba de escucharlo en el Palillero, donde estaban acampados los chavales del 15M, mientras las nubes pasaban raudas dejando caer inesperados chaparrones. Para hacerlo más fácil alguien propuso que no se aplaudieran las intervenciones para no recordar los mítines de los políticos y, en vez de ello, se movieran ambas manos con las palmas abiertas semejando el aleteo de las mariposas, como hacen los sordomudos para aplaudir.

Al principio tomaron la palabra nostálgicos ex políticos o ex sindicalistas con edad suficiente para haber estado corriendo delante de los grises e incluso descubriendo la arena debajo de los adoquines de la Rive Gauche. Es mayo, como siempre.

Después tomaron el micrófono ellos, los indignados por unos políticos que se han entregado en brazos del mercado (bancos, grandes corporaciones, FMI, etc.) abandonándolos a su suerte en medio de la tempestad de la crisis, sin presente ni futuro. Demasiado tiempo han aguantado, demasiado poco y demasiado bien lo piden. Hoy es día de reflexión y ni se puede ni se debe hacer campaña partidista. Pero estos jóvenes que sueñan con una democracia que les escuche y atienda, una democracia real, es decir, social, deben inducirnos a todos a ir a votar mañana, para apoyarlos, porque son nuestros hijos y su futuro se juega en las urnas.

La inmensa mayoría no son antisistema, o no lo son más que quienes no votan habitualmente, quienes votan a los corruptos a sabiendas que lo son, quienes se declaran apolíticos sin serlo, quienes pervierten y devalúan la democracia desde tertulias y editoriales, los usuarios de los paraísos fiscales, los xenófobos y racistas, etc.

No se asusten, no piden una revolución, sólo que se salve el estado del bienestar que el neocapitalismo está arrasando; mejorar la calidad de la democracia, que al ser más participativa, permita controlar a la política desde la ciudadanía. Si en una encuesta nos preguntaran sobre nuestra conformidad con cada una de sus propuestas la inmensa mayoría de la población la daría. Así que la pregunta es: si es la opinión del pueblo, ¿por qué ninguna formación política o sindical la asume como propia? ¿Cabría distinguir entre quienes lo hacen a la fuerza (salvar a esta economía de la bancarrota), de quienes les va la marcha de los recortes? ¿Quienes fortalecen la protección social cuando es posible de quienes privatizan cuando pueden la sanidad o la educación?

Quizás nuestra joven democracia necesite un revulsivo para volver a ser atractiva. Y Democracia Real tiene ese aroma. ¿Será flor de un día o viento de cambio? Nadie lo sabe, pero hay muchas nubes en el horizonte arrastradas por los aires de este mayo que huelen a posibles primaveras.