Una poderosa comunidad de vecinos

La esposa de Strauss-Khan lo había dispuesto todo. Quería que su marido cumpliese el arresto domiciliario en un elegante apartamento ubicado en pleno Manhattan, quizás para hacerle lo más llevadero posible el penoso proceso judicial al que va a tener que enfrentarse en las próximas semanas. Eligió el edificio, el Bristol Plaza, un exclusivo bloque de apartamentos de lujo en pleno Upper East Side, el barrio más pijo de Nueva York, tiró de chequera y así se lo comunicó a los abogados para que estos a su vez avisasen al juez de que ya habían encontrado el lugar perfecto para alojar a DSK.

Con lo que no contaba Anne Sinclair es con el veto de la elitista comunidad de vecinos, poco amiga de escándalos y mucho menos de índole sexual. Pese a que en un principio el propietario del edificio -en el que se ofertan apartamentos cuyo alquiler oscila entre los 6.000 y los 10.000 euros- admitió a los Strauss-Khan como inquilinos, la presión del vecindario, que se negaba a tener entre ellos a un presunto violador, le obligó a rescindir el contrato.

La familia del exdirector gerente del FMI ha sufrido en primera persona el desprecio de la despiadada sociedad neoyorkina en un caso que recuerda el vacío que también tuvieron que soportar los Madoff tras el escándalo económico que llevó a la ruina a miles de inversores. Y es que en Nueva York no basta con tener dinero para comprar o alquilar una vivenda en según que edificios. Lo más importante es contar con el respaldo de los vecinos, que tienen capacidad para vetar o admitir a nuevos inquilinos a su antojo.

El caso más famoso es el del edificio Dakota. Sus propietarios no solo no permiten el alquiler de apartamentos sino la compra de viviendas a personajes públicos para preservar la tranquilidad. Madonna sufrió la humillación de verse vetada por una comunidad que no veía con buenos ojos que la estrella del pop entrase a formar parte de su pequeño reino.