Milagro en Dublín
Actualizado:Hace solo unos cuantos era impensable una visita de la reina Isabel II a la República de Irlanda y sencillamente inimaginable que, con toda la unción y dignidad requeridas, depositara una corona en el monumento que en el centro de Dublín honra para siempre la memoria de los patriotas que cayeron combatiendo a los británicos. Pero el milagro se produjo ayer en la capital irlandesa. El viaje, negociado entre británicos e irlandeses del Eire (nombre técnico de la República para distinguirla de los seis condados del Ulster de soberanía británica), fue decidido cuando las partes consideraron que era digerible para las opiniones públicas respectivas, política y socialmente conveniente y balsámico en el registro moral e iconográfico. Una idea excelente que visualiza el fin definitivo de una época sangrienta. Aunque Gerry Adams, líder del republicanismo panirlandés del Ulster, describió la visita como prematura, más del 80% de los irlandeses la aprueban. La violencia terrorista en el norte, vencida por medios militares y una gran gestión política del dúo Major-Blair durante años, alumbró un escenario institucional distinto y mucho mejor. Tanto que ha permitido a Isabel II ir a Dublín a escenificar el prodigio con toda naturalidad.