Quedadas calientes
Actualizado:Mientras lee estas líneas, en una playa discreta, dorada y mullida cercana a Costa Ballena (Cádiz) varias parejas practican entre dunas lo que les aburre hacer a solas en casa. Han contactado por internet, sin nombres, ni teléfonos. Están prohibidos. En el País Vasco se está preparando para el 5 de junio una fiesta parecida, aunque más restringida. Esta vez en el campo. La convocatoria está ya cerrada, pero buscan a los anfitriones, alguien animado al que le vaya el asunto y ponga la casa con jardín. En Córdoba prefieren verse primero las caras en un pub y rematar la tarde en un descampado. Han quedado esta misma tarde a las cinco.
El 'dogging' se ha extendido por España con tanta rapidez como discreción. Hombres y mujeres de entre 30 y 50 años «que buscamos nuevas maneras de disfrutar y encontrar el morbo en nuestras relaciones sexuales», definen tres asiduos contactados a través de los foros, la herramienta que facilita de una forma más o menos segura las quedadas. Uno de los más activos es el dogging-spain.com, con más de 5.500 usuarios dándole a la tecla. No hay publicidad. Se financia con el mensaje telefónico que debe enviar cada nuevo socio al registrarse.
Aquí, todavía, no se ha llegado a los extremos de Inglaterra, donde acuñaron el fenómeno no se sabe bien si por las palabras 'doggedly' (obstinadamente) o 'dog' (perro), ya que al parecer hay gente que practica sexo mientras pasea a la mascota. En los jardines de Puttenham, sin ir más lejos, hay colchonetas que pasan de mano en mano. En España no disfrutamos de esas comodidades, pero no hay comunidad autónoma donde no haya quedadas. Piensen una ciudad cualquiera con playa....¿Por ejemplo, Gijón? Un puñado de novatos está organizando su primera reunión y ya se ha apuntado algún «extranjero» de Cantabria. O Málaga, donde andan con bastante sigilo después de que el Ayuntamiento colonizara de farolas y barbacoas para familias repletas de niños chillones el rincón favorito de los 'doggers'.
La práctica del sexo al aire libre y en comunidad con desconocidos no siempre es igual. Lo más frecuente es citarse en zonas apartadas, como en el madrileño pantano de Valmayor o el parque forestal de Monticaño, en La Coruña. Pongan donde pongan el dedo en el mapa hay 'dogging' alguna vez al año. Unas veces, los encuentros se reducen a dos o tres parejas. «Otras, el número de asistentes es elevado rozando la orgía», apuntan en dogging-spain.
Luces y puertas
Los participantes tienen su código. La parejas, en sus coches, inician el juego. Si encienden las luces interiores o exteriores de forma intermitente significa que son del 'club'. Aclarado este punto, hay que delimitar el grado de participación. Si dejan la luz encendida, es que solo quieren ser vistos por los voyeurs, que por lo general son hombres casados y han superado los cincuenta. Cuando además bajan un poco la ventana, están dando permiso para mirar y tocar. Si abren la puerta del coche, sirven el menú completo: permiten participar. En Estados Unidos no se puede toquetear sin pedir permiso. En Europa sí está permitido, pero sin pasarse. Hay que tomarse su tiempo.
«Las parejas solemos estar en o alrededor de nuestros coches, a la vista, sino lo haríamos en casa, para disfrute de los espectadores. Pero solo se puede acercar uno o participar si es invitado. Si no recogemos y se acaba el espectáculo», detalla una extremeña que participará en el fiestón convocado en un polígono industrial de Sevilla para el 4 de junio. Habrá entrega de premios y todo.
Como la gracia del asunto es compartir la tarde con gente desconocida, en los foros melodysoft.com, e-dogging.com o dogging-spain.com recomiendan no dar ningún dato personal. «Tampoco está de más guardar todos los objetos de valor en algún lugar seguro o simplemente no llevarlos, evitar el contacto telefónico y, una vez terminada la sesión, dar un rodeo antes de ir a casa por si a alguien se le ocurre seguirnos».
La discreción, tan indispensable como el deseo, se lleva a tales extremos que a veces una cita tarda meses en cuajar. No suelen enviarse correos electrónicos masivos. En los foros se selecciona más o menos a la gente para evitar la llegada masiva de mirones, como ha pasado en Mallorca. Allá, que son bastante activos, se conocen entre ellos y funcionan mejor por el boca a boca. Corren la voz y se ven en clubes o casas particulares, al menos hasta que empieza el buen tiempo. Según un avezado 'dogger', han anulado «muchas quedadas al detectar a curiosos que van en grupo». En verano, se animan en zonas de playa apartadas, áreas de descanso o lugares similares. «Sitios en los que si yo fuera chica no quedaría con desconocidos por internet».
Madrid, Cataluña, Levante y Galicia son esta primavera los puntos más ardientes del dogging español, con ciudades destacadas como Benidorm. Ya sabe, si para en un sitio un poco apartado, no deje la luz encendida ni baje un poco la ventanilla para respirar. Le preparan una fiesta en pocos minutos.