memorias de la calle

¡Tiene mi ‘cai’ un barquito!

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Así empezaba aquel pasodoble que creó el inolvidable Paco Alba y que se lo dedicó al vaporcito de El Puerto. Tan popular se hizo este pasodoble carnavalesco que hoy, a pesar de los años transcurridos, se suele cantar en muchas ocasiones, y cosa curiosa, lo hacen personas que en aquellos tiempos aún no habían nacido y en algunos casos ni sus padres.

Me sirve hoy esta columna para recordar ese vaporcito de El Puerto y que su nombre de pila fue el ‘Adriano’ y que tantos servicios en todos los sentidos hizo, tanto a Cádiz como a su hermano El Puerto de Santa María, y que aún hoy, a pesar de la competencia que sufre y la crisis que atravesamos aún perdura y ojalá lo haga por muchos años.

Era el medio más rápido para cruzar la bahía en ambos sentidos. Los de El Puerto para ir al médico, a arreglar papeles en distintos estamentos oficiales de la capital o bien para echar un ratito algún día de Carnaval.

Los de Cádiz lo hacían para asuntos más lúcidos, como ir a presenciar una corrida de toros a esa Plaza Real y releer ese mosaico con aquella frase del histórico Joselito el Gallo (que no se olvide, descendiente de familia gaditana), y que decía «Quien no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es un día de toros».

Este viaje no solo servía para ver el espectáculo taurino, había otros casi mejores. Al desembarcar en la plaza de las Galeras Reales, tomar una copa en el bar Liba de Eloy López Vergara, un gaditano que se afincó en El Puerto. Tomar un exquisito pavía en Casa Ceballos ó comer en ese edificio histórico de El Resbaladero.

Pero no solamente este medio de locomoción era para estos actos. El recordado Pepe Fernández, ‘Pepe el del Vapor’, en todo momento utilizaba su embarcación para todo.De esta forma se trasladaban muchos pedidos de vino y brandys de El Puerto hacia Cádiz. Asímismo muchas cartas y documentaciones para muchas empresas tanto de una ciudad como de la otra.

Cuantas personas de tierra adentro que, en muchos casos no conocían el mar, le ha servido su bautizo del mar. Prueba de ello eran aquellos viajes que se hacían en verano por las tardes-noches por la bahía.

Una cosa que no debemos olvidar y que de ello aún se habla mucho, tanto en nuestro país como fuera de él, era de las fiestas que se celebraban en el Vapor los trofeos carranza. Aquello era inolvidable. Asistían directivos y acompañantes de los equipos y abordo eran espléndidamente atendidos y con una particularidad, no costaba nada a la ciudad, lo hacían firmas bodegueras de la bahía.

Mi modesta opinión es que este ‘Vaporcito de El Puerto’ jamás debía de perderse de sus viajes por la bahía. Hoy que tanto dinero se emplea en cosas que a la larga no sirven para nada, potenciar este pequeño negocio no sería de ninguna gran inversión, habida cuenta que con lo que se mueve no son más que cinco ó seis personas.