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el maestro liendre

Será mejor que te vayas

¿Cómo pueden anunciar parques, barrios enteros, empresas y empleo con toda la tarea anterior incumplida, empantanada?

José Landi
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La quincena esta de los huevos afortunadamente ya media. Para alivio de casi todos, se ve más cerca el final que su inicio. Se ha convertido en un paripé gigante. Un sainete de proporciones catedralicias que levantan, quizás hunden, actores histriónicos con papeles que nunca resultaron menos creíbles. El público se divide entre los que roncan y los que curiosean las pinturas del paraíso mientras suena el monólogo. Los supuestos críticos profesionales rumian fastidio en los palcos que deben ocupar más horas que de costumbre. Parecen los vejetes aquellos de Los Teleñecos, menos adorables y socarrones. Hemos batido el récord mundial en recorrer la distancia entre la inocente participación colectiva de la transición y la indiferencia total, la rendición ante la dinerocracia. Nadie cree nada.

Ni en los incrédulos confiamos. En la desesperación de la abulia plena, algunos diseñan papeletas escatológicas para meterlas en el sobre o convocan manifestaciones de cabreo, que viene a ser como patalear en internet pero viéndose la cara. Los individuos que oyen ese movimiento caen de pronto en la cuenta de que está formado por personas, como todos los demás, como los partidos, sindicatos, instituciones, las empresas y los ‘mercados’. Entonces dicen que para qué. Será lo mismo. Y vuelven a quedarse quietos si es que alguna vez se movieron. Todo el mundo dice estar cabreado pero el índice de abstención, el nivel uso de la única herramienta, más o menos podrida, que tenemos dice que la mitad de la peña pasa de todo.

Y resulta difícil criticar a los paralizados. Estos días ve uno pasar ante sus ojos un proyecto tras otro, una promesa electoral aún más ambiciosa que la anterior y se pregunta cómo pueden anunciar barrios enteros, parques, complejos y empresas si tienen toda la tarea previa empantanada. ¿Cómo pueden hablar, ejemplo, de usos de la Ciudad del Mar los dos partidos que la han convertido en un vertedero durante 20 años? ¿Cómo se atreven a hablar de creación de empleo los que tienen a Cádiz en el top europeo desde que estaba Kissinger? ¿Cómo vamos a creer capaces a los que se han mostrado incapaces, endogámicos, tanto tiempo? ¿Con qué dinero van a poner en pie tanta promesa si nos hablan cada día de quiebra, de pérdida de derechos? ¿Cómo vamos a creer que la situación pueden remediarla los fans de la patronal y el mercado libre, del «peor se está en el paro»? ¿Cómo confiar en estos o en sus oponentes, todos incapaces de someter a la patronal a su reforma urgente y aún pendiente?

Hay un millón de excusas para la incredulidad en Cádiz pero una, al azar, resulta ejemplar. La plaza de Sevilla cumple su trigésimonona campaña electoral convertida en promesa de núcleo de comunicaciones, en venidero centro comercial que funda estaciones, tiendas, bus, barco, tranvía y aparcamientos. Pero pasan los años... Y es un mojón. En el colmo de la incapacidad, la Junta, que nos representa a todos, dejó que unos cuantos académicos (que representaban solo a su academia) impusieran la conservación de la Aduana en mitad del futuro solar por el prurito de ser los únicos que apreciaban su valor. No es el único ni el mayor de los obstáculos que tiene el plan. Solo es uno más, inesperado e injustificado. Los gaditanos normales, los no académicos, los que deben coger tren, autobús y tranvía, llevan unos años preguntándose para qué se quedó en pie ese adefesio que tapona un proyecto ya surtido de frenos.

La respuesta llegó en Carnaval. Entonces supimos que sirve como antesala de la carpa. Ahora se ha instalado otra, la de un circo. Es la parte buena del retraso, sin final previsible, de mil proyectos como la plaza de Sevilla o el solar del nuevo hospital. Que dejan sitio para que vengan espectáculos de camiones, motos y ligres o el circo. No el del sol. El del levante, que desanima tanto como nuestro futuro.

Quizás, el partido que más apoyo obtendría el próximo domingo sería uno que tuviera el valor de decirle a los jóvenes: «Lo mejor que puedes hacer es irte de aquí. Ahora que estás a tiempo. Vete. Cuanto antes y cuanto más lejos».