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Una pareja con un niño en brazo, el miércoles, durante su huida por la calle Galicia de Lorca tras el terremoto. :: ISRAEL SÁNCHEZ / EFE
ESPAÑA

«Tiembla todo, veo polvo y piedras»

El 112 recibió 1.300 llamadas de auxilio durante los momentos posteriores al segundo seísmoHubo conversaciones angustiosas, como la protagonizada por un hombre atrapado en los escombros

JAVIER PÉREZ PARRA
MURCIA.Actualizado:

El reloj marcaba las 17.06.14 cuando Laura Begoña Gallego, una operadora de la sala del 112, descolgó el teléfono.

-¿Oiga? ¡Una explosión, he oído una explosión!

-¿Puede decirme qué ha ocurrido?

-¡He sentido una explosión! ¡Ha temblado todo! ¡Veo polvo en la calle, y piedras!

No solo el nerviosismo del ciudadano anónimo en esta conversación, reconstruida a partir del testimonio de la profesional, hizo sospechar a la telefonista que el asunto -fuese cual fuese- iba en serio. Cuando miró a la pantalla de su ordenador, vio que tenía 40 llamadas en espera. A su lado, el resto de operadores de la sala del Centro de Coordinación de Emergencias veían ya en sus ordenadores una avalancha similar. Todas desde Lorca.

Las cinco primeras llamadas fueron confusas, recuerda José Antonio Jiménez, el director de Comunicación del 112. «La gente decía que había escuchado un atentado, o una explosión. Nadie sabía lo que pasaba». Para quienes vivieron ese momento pareció eterno, aunque en realidad, pasaron segundos. A las 17.06.35, un sexto ciudadano dio la clave: «He notado un terremoto. Ha sido pequeño, unos 12 o 15 segundos. No veo a nadie herido ni se ha derrumbado nada, que yo vea».

La Dirección General de Emergencias activó el nivel 1 de alerta. «Consultamos con el Ayuntamiento de Lorca, con el Instituto Geográfico Nacional, y vimos que no había daños personales, aunque sí materiales. Se reforzaron los servicios y se envió a Lorca un centro de mando avanzado. Todo estaba controlado», recuerda Diego del Rey, el jefe de operaciones de esa tarde en la sala del 112.

Los teleoperadores atendieron a decenas de ciudadanos en los minutos siguientes, pero cada vez con mayor tranquilidad, porque parecía claro que no había emergencias graves. Fue un espejismo. A las 18.47 horas, los operadores no necesitaron esperar a que sonase el teléfono.

El terremoto se sintió en la sala. Sabían que si allí, en Murcia, se había notado, Lorca debía haber sufrido un seísmo considerablemente superior al primero. Entonces, la centralita se vino abajo. Todos los teléfonos sonaron a la vez. Voces desgarradas pidiendo auxilio, gritos, llantos, un caos en muchos casos inaudible. La gente avisaba de víctimas tendidas en el suelo, de personas inconscientes. Las llamadas llegaban desde La Viña, donde se derrumbó un edificio en la calle Infante Juan Manuel, desde San Diego, desde el barrio de San Pedro, donde yacían muertas víctimas aplatastadas por los cascotes. Pero todo era tremendamente confuso. A las 18.56 horas, un hombre advirtió de un derrumbe en el castillo de Lorca. Fue la primera llamada que avisaba de algo concreto.

La red telefónica falló

Hubo momentos angustiosos. A las 18.58, un hombre atrapado por un derrumbe llamó desde su móvil. «¡Hay cuatro personas más aquí, no podemos salir!», gritaba desesperado. Cuando la operadora trataba de determinar el lugar y la situación, la llamada se cortó. La red de telefonía móvil falló en Lorca, y desde la sala del 112 fue como estar enfrentándose a la tragedia completamente a ciegas.

«Nos llamaban y las conversaciones se cortaban. Intentábamos devolver las llamadas y los móviles aparecían apagados. Fue caótico y muy angustioso», recuerda una de las trabajadoras que vivieron esa tarde. El fallo en la red telefónica pudo haber tenido consecuencias trágicas si no hubiese sido porque Lorca estaba ya llena de bomberos, policías y voluntarios de Protección Civil a raíz del primer terremoto. Eso salvó la vida de muchas personas. Por ejemplo, las de Salvador y Sergio, los dos niños de 6 y 4 años rescatados en el edificio que se vino abajo en la calle Infante Juan Manuel, en el barrio de La Viña. «Aunque la telefonía móvil fallase, pudimos mantener la coordinación con los equipos de rescate gracias a la radio», recuerda Diego del Rey, el jefe de Operaciones.

Inmediatamente después del terremoto, la sala del 112 pidió refuerzos. De cinco operadores se pasó a doce. También se duplicó el número de técnicos para mantener las líneas operativas. Había que evitar el colapso. Pero el volumen de llamadas fue impresionante: 23 al minuto entre las siete y las ocho de la tarde. 1.300 en sesenta minutos. Muchas de esas llamadas se perdieron por el colapso. El aluvión fue bajando, pero se mantuvo hasta las dos de la mañana. Fue un día eterno.