Historia de una foto
Un fotógrafo relata las circunstancias que rodean a una de las imágenes del terremoto que más impacta
MURCIAActualizado:Israel Sánchez puso un pie en la calle Galicia de Lorca y el mundo empezó a derrumbarse a su alrededor. Hacía una media hora que la tierra había temblado por primera vez en Murcia. Era solo el primer rugido. El peor zarpazo sorprendió al fotógrafo 'freelance' en una ratonera, una calle estrecha y con edificios de mitad de siglo. «Empezaron a caer cascotes a mi alrededor. Trozos de edificio enteros. Apenas veía nada. Todo se llenó de polvo de los derrumbes y de humo. Nunca he estado en una guerra, pero estoy seguro de que aquello es lo más parecido a una. Era como estar en tierra de nadie. Todo lleno de escombros, con la gente confundida junto a los edificios». Israel miró de cara a la muerte. A Juani Canales, una de las fallecidas, la vio en mitad de la calle. «Empezaron a caerle piedras encima. Se derrumbó en el suelo». El fotógrafo no se lo pensó. Antes persona que periodista. Antes ser humano que profesional. Dio la espalda al morbo, a la foto fácil. Y se fue de cara a buscar la vida. Israel se colgó la cámara al hombro y corrió hacia la mujer. Estaba embarazada. «Intenté moverla. Un hombre se lanzó encima para intentar reanimarla. Tenía la cabeza destrozada. Era inútil. Estaba muerta».
El fotógrafo siguió deambulando unos minutos por la apocalíptica calle. «Estaba muerto de miedo. Me temblaban las piernas». Se cruzó con el cuerpo de un hombre, inerte en el suelo y con las piernas seccionadas. Un vecino con un fox terrier enano a su lado le practicaba un masaje cardiaco. Al final de la calle se topó de bruces con Clementa, policía local de Lorca. La agente casi se echa a llorar al verlo. Instantes antes se habían cruzado e Israel le había pedido permiso para adentrarse en la zona cero de la calle Galicia. Luego todo se hundió. «Ella se abrazó a mí desesperada. Pensaba que había muerto». Solo cuando vio que no había nada que hacer por las víctimas, Israel se puso el mono de fotógrafo. Dio cuatro pasos atrás. Buscó el mejor encuadre. Y empezó a oprimir el disparador de su cámara. «Cuando hacía la foto no pensaba en nada. Seguía temblando. Al ver el resultado pensé... ¡madre mía! Para mí dice todo lo que fue el terremoto. Muerte, dolor y destrucción».
Un amenazante silbido
La prensa nacional e internacional coincide de manera casi unánime con ese juicio. La foto de Israel Sánchez para la agencia 'Efe' (colabora también con el periódico La Verdad, del grupo Vocento) fue reproducida ayer por la práctica totalidad de los periódicos de España. Algunos cortaron al hombre fallecido. Las redes sociales arden estos días con un debate entre sensacionalismo o información. La instantánea no solo ha triunfado en España. Diarios de Bélgica, Portugal, Latinoamérica e incluso Japón han reproducido el trabajo de este fotógrafo murciano de 37 años. «Este es de los que si hace falta se mete bajo los escombros», le elogia un compañero.
La suya es la imagen más completa del terremoto de Lorca. Como las fotos de rostros sin lágrimas del seísmo de Fukushima. Como la instantánea del joven negro deambulando desnudo por un arrasado Haití. Como la magistral fotografía de Agustí Centelles a una viuda llorando el cadáver de su marido muerto en un bombardeo en Lleida durante la Guerra Civil. Una catástrofe resumida en una imagen.
El miércoles era el día libre de Clementa. Pero la agente municipal, de 56 años, no lo dudó. Cuando Lorca tembló salió de casa, se fue a la central de la Policía Local, se enfundó el uniforme y se echó a la calle. Su trabajo diario es en la oficina, pero ayer a media tarde apenas había pasado unas horas por casa para descansar y asearse un poco, pateando incansable las calles murcianas y ofreciendo auxilio. La devastada calle Galicia está justo enfrente de la central. «Salí corriendo. Estaba todo derrumbándose». Clementa se cruzó con Israel Sánchez cuando este se adentraba en el epicentro de la tragedia. El fotógrafo le avisó de otro peligro que se cernía sobre ellos. «Escuché un silbido que llenaba la calle. Miré hacia arriba. El gas brotaba por una tubería destrozada», recuerda el reportero gráfico. A Clementa le entró el pánico. Había que desalojar el lugar. En esa labor se topó con el cuerpo sin identificar del hombre vestido con pantalones vaqueros y camisa azul. «Tenía las piernas destrozadas». Nadie en el barrio sabe ponerle nombre. No era un vecino de la zona. Los testigos solo aciertan a decir que lo vieron cojeando instantes antes de quedar sepultado bajo una lluvia de escombros. En esa zona murieron Pedro José Rubio, de 72 años, y Domingo García, de 44.
Descalza en plena calle
En los oídos de Clementa seguía silbando el gas que surgía con fuerza sobre su cabeza. Entonces vio a Rosa en mitad de la calle. Lloraba, gritaba, se echaba las manos a la cabeza junto al cuerpo de Juana. «¡La Juani se ha muerto, la Juani se ha muerto!». La joven del suéter rosa no quería separarse de su amiga. El segundo derrumbe sorprendió a Juani, de 51 años, a las puertas de la bodega que regentaba en la calle Galicia. Hablaba por el móvil con el seguro. Su coche había quedado destrozado en el primer temblor. Toda una cornisa de un edificio cayó sobre ella. Rosa salió despavorida de casa. Y se topó con el cadáver de Juani. «Tranquilízate, cálmate, que igual la reaniman...». Clementa usó una mentira piadosa para llevársela del escenario del peligro. La abrazó. La obligó a alejarse del cuerpo de su amiga. «Iba descalza. Le busqué unos zapatos y unas mantas. Era todo tremendamente dramático...».
En el mismo abrazo de consuelo y desesperación se fundió la mujer de la camiseta gris de manga corta. No ha trascendido su nombre. También era vecina de la calle Galicia y conocía a Juani. No dejó de atender a Rosa, aunque no tardó en derrumbarse. «Poco después era ella la que lloraba desconsolada sentada en la acera». Clementa no fue la única policía que se olvidó de que era su día libre. También Martín. Es el hombre de camisa rosa a rayas que asoma tras las mujeres abrazadas. Ni siquiera pasó por la central para ponerse el uniforme. Su cara es transparente. Confusa, espantada, descolocada, pero inundada por las ganas de ayudar. Martín recorrió varias veces la calle Galicia con otros compañeros uniformados en busca de heridos que evacuar o vecinos a los que desalojar. «Creo que ninguno de nosotros ha pasado esta noche (por la noche del martes) por casa para descansar», apuntaba un agotado telefonista de las oficinas de la Policía Local de Lorca.
La estampa inmortalizada por Israel Sánchez la completa un policía nacional que habla por su emisora. Es el preciso instante en que el agente alerta a la sala del 091 del inquietante escape de gas en el escenario del drama. Desde la Comisaría de Lorca prefirieron no proporcionar ningún dato sobre la identidad del funcionario. Seguridad obliga.
«Espera, que hago una foto». Israel interrumpe un instante la conversación telefónica y sigue hablando. Ayer continuaba sobre el terreno de la desolación. Un fotógrafo de casta. Un ser humano. «La gente puede pensar que la foto está hecha muy fríamente, pero lo primero que hice fue intentar ayudar todo lo que pude. No podía pensar en otra cosa...».