«Es bueno discrepar, no aplaudir siempre al poder y evitar el pensamiento único»
Ángela Vallvey, la escritora finalista del Planeta en 2008 aborda la trata de blancas en su última novela, 'El hombre del corazón negro'
CÁDIZ.Actualizado:Después del homenaje a Agatha Christie que supuso 'Muerte entre poetas', el libro que le llevó a ser finalista del Premio Planeta en 2008, la escritora manchega Ángela Vallvey destripa la cruda realidad de la trata de blancas en 'El hombre del corazón negro'. Un trabajo duro fruto de una ardua investigación que ahora presenta en la Feria del Libro de Cádiz. Esta tarde a las 20.30 se dará un baño de multitudes y charlará con sus lectores en una cita muy especial.
-¿Cómo le surgió la idea de escribir esta novela?
-Quería contar una historia sobre las mafias de la Europa del Este, que no se había tratado apenas. No sabía mucho más que lo que dan en las noticias de sucesos, tenía una idea mermada y quizás también equivocada. Cuando me puse a investigar me encontré con una realidad diferente a la que conocía y al final me salió otra novela, esta.
-Debió de ser duro escribir ciertos pasajes del libro...
-Sí, por supuesto. Normalmente no sufro cuando escribo, siempre me divierto, pero en este caso era consciente de que a medida que estaba escribiendo, eso ocurría en otra parte del mundo. Fue muy duro, pero espero que por lo menos al lector le resulte emocionante la novela, a mí sí me emocionó.
-En la novela deja claras las relaciones entre la mafia y las esferas de poder.
-Sí, es un poder económico a la sombra, que busca blanquear el dinero sangriento. Con el tiempo va corrompiendo instancias de la sociedad que deberían ser incorruptibles.
-El libro hace reflexionar sobre la situación de la mujer en el mundo, las desigualdades e injusticias que sufren...
-El mundo en general es misógino, se porta mal con las mujeres porque les temen. En Occidente hemos dado un salto increíble y nos sorprende que en otros sitios no sea así. Las mujeres son molestas. En muchos sitios las necesitan, pero las temen al mismo tiempo.
-El otro día se daba a conocer un informe de Save the Children donde se situaba a Afganistán como el peor país del mundo para ser madre.
-Sí, suelen dar cifras que tampoco sorprenden porque se trata de países donde se considera a las mujeres como perros.
-¿Cree que esto sería diferente si hubiera más mujeres en los gobiernos?
-Por supuesto. En los países nórdicos sí hay mujeres en las altas esferas, son sociedades más matriarcales, y curiosamente son los países más seguros. Las mujeres tenemos una visión de la sociedad, la familia, la cultura, que enriquece al mundo.
-En países occidentales donde aún quedan posos de machismo, ¿cree que tenemos también algo de culpa las mujeres por los roles que adoptamos?
-Bueno, sí, claro que tenemos gran parte de la responsabilidad, pero no toda. Somos producto de nuestra historia, nuestra cultura, y eso pesa mucho. Que una mujer haga en tampoco tiempo lo que se le pide, obviando eso, es complicado. Vivimos en sociedades más igualitarias pero siempre hemos sido ciudadanos de segunda.
-¿Qué autores de novela negra admira?
-De niña y adolescente leí mucho a Chadler y Himes, a los clásicos americanos. Muchas veces la llamada gran literatura ha desdeñado el género, pero sabían contar mejores historias.
Nuevo trabajo
-¿Su próxima novela también será de ese color?
-No exactamente, aunque tenga elementos de intriga. No está madura aún para sacarle los colores.
-¿Sigue escribiendo poesía?
-Sí, siempre, pero no es tan fácil publicarla. Aun así, confío que el año que viene edite un libro con la Fundación Lara.
-En 'Los estados carenciales' hablaba de encontrar la felicidad, ¿usted lo ha hecho?
-Yo es que llevo en el adn eso del catolicismo de fastidiarme a mí misma y soy feliz castigándome y sintiendome culpable, cuando en realidad tengo que dar gracias por lo que tengo. Pero la felicidad no es un estado de éxtasis perpetuo, que conduciría a la imbecilidad. Yo soy razonablemente feliz.
-Usted participa en muchas tertulias televisivas. ¿No cree que en ellas a veces se confunde opinión con información?
-Sí, y no se puede hacer. Vivimos una época sobreinformada, donde la gente no sabe muy bien qué creer, y se puede dejar llevar también por sus afiliaciones. En España nos gusta la opinión y discusión política porque no tenemos tradición democrática. Yo procuro seguir mi sentido común y no una ideología. En realidad mi ideología es molestar. Creo que es bueno discrepar, evitar el pensamiento único, no aplaudir siempre al poder.