¡¡¡«Torero, torero, torero»!!!
En los pasillos, donde las cámaras no llegan, se ven escenas de portada como el abrazo de Remedios Torres a su impostora Por sorpresa, el público deja los insultos y pasa a la admiración hacia la pareja
CÁDIZ . Actualizado: GuardarAllá donde las cámaras se apagan por orden del tribunal, los micrófonos son perseguidos por la Policía, las 'exclusivas' se pactan con más o menos disimulo y solo determinadas acreditaciones dejan expedito el camino, se vive otro juicio. Son los pasillos de la planta baja de la Audiencia Provincial, la zona previa antes de entrar en la sala de vistas. Allí se vivieron momentos que a buen seguro más de un periodista le hubiera gustado captar en imágenes y que en los próximos días no volverán a repetirse al quedar el banquillo medio vacío con las ausencias de aquellos procesados que ya han pactado una condena y solicitaron no regresar hasta la última sesión.
Una de esas imágenes de portada fue el abrazo que se dieron la madre de María José Campanario con la mujer que supuestamente la suplantó en la consulta médica, Isabel Gil. A esa muestra de cariño se unió también la propia esposa del torero. Las tres coinciden en la misma versión de lo que pudo ocurrir en una sala del hospital del Puerta del Mar. Ninguna de las tres, según sus versiones, sabía que se estaba suplantando una identidad para conseguir pasar un examen médico y obtener una pensión que habría beneficiado a Remedios Torres.
Curiosa también fue la conversación que entablaron el inspector médico y Jesulín de Ubrique cuando el primero concluyó su declaración y llegó la hora del receso. Casto había explicado ante el tribunal que entre el público había «infiltrados» que se dedicaban a insultarle. Según el facultativo son pacientes a los que denegó el reconocimiento de una incapacidad. Pese a que Campanario había dado muestras en la sala de no estar muy contenta con la declaración del médico, no había rastro de asperezas entre su marido y el facultativo cuando en el descanso coincidían sobre los insultos que llevan días soportando.
Pese a que fue una jornada especialmente dura para Campanario, al comparecer frente al tribunal por primera vez, el ambiente en la calle se volvió sorprendentemente a su favor. Por la mañana, antes de reanudarse la vista, apenas había ya personas apostadas en las escaleras del Palacio Provincial. Y ya al mediodía, cuando los acusados debían salir de la Audiencia, unas treinta personas, la mayoría gente muy joven, jalearon a María José Campanario y, sobre todo, a su esposo, al que le gritaron «torero, torero». Después de tantos días saliendo a la carrera y escoltados por la Policía, esta vez Jesulín de Ubrique se detuvo unos instantes para saludar a aquellos que le animaban. María José volvió a reprimir una vez más las lágrimas.
Y es que ayer fue un día de llantos. Si estos fueran un arma infalible ante un tribunal profesional, Campanario y su madre se habrían ganado una absolución segura. Ambas rompieron a llorar cuando la primera dejó los titulares de la jornada, asegurando que había vivido la peor etapa de su vida. La sensación percibida en la sala de prensa fue distinta. Muchos profesionales ponían en duda la verosimilitud de la escena dramática. La versión que ofrecía Campanario, reconvertida en víctima de Carlos Carretero según sus propias palabras, no caló del todo entre la prensa.
Para el anecdotario queda también la constante huida de Elisa Calvente. Ella y su novio, Carlos Carretero, habían obtenido el beneplácito del tribunal para dejar de asistir al juicio hasta que lleguen las conclusiones. El exjefe de Policía respiró aliviado. El ambiente se había vuelto en su contra. Él abandonó el edificio, pero su pareja se quedó dentro. Varias veces trató de salir a la calle, pero siempre era rodeada por una nube de cámaras y redactores. Finalmente optó por sentarse de nuevo en el banquillo. Toda una premonición.