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Pérez Lara acudió con un nutrido grupo de notas. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

El inspector médico admite que pecó «de pardillo»

Casto Pérez Lara niega haber falseado informes médicos y acusa a Carlos Carretero de aprovecharse de su amistad

MIGUEL D. GARCÍA
CÁDIZ.Actualizado:

Casto Pérez Lara, el inspector médico de la Junta acusado en la 'operación Karlos' de falsear supuestamente los informes de incapacidades, llegó ayer a la Audiencia bien preparado: sobre sus rodillas, apoyó las numerosas notas que ha ido tomando durante las primeras sesiones del juicio, pero también un dossier con trozos del extensísimo sumario del caso, de 30 tomos.

Quería refutar los hechos que le achacan la Fiscalía y el Instituto Nacional de la Seguridad Social -que está personado como acusación particular-. Pero tambíen tenía que contradecir las duras acusaciones que Carlos Carretero había hecho un día antes contra él, pues lo señaló como la supuesta cabeza pensante de la trama, quien movía los hilos y tomaba las decisiones.

Casto le contestó con duras palabras e ironía, pero Carretero no las oyó porque el tribunal le permitió a él y a cuatro acusados más salir del juicio. Al haberse conformado, no tendrán que volver a la sala hasta la última sesión. El inspector, en definitiva, rechazó haber tenido nada que ver con la estafa y se presentó más bien como una víctima de Carretero, al que acusó de haberse aprovechado de su amistad para enriquecerse, alardeando de tener contactos en la Unidad de Valoración de Incapacidades. Según contó, desconocía que aquellos pacientes que pasaban por su consulta -la mayoría de los acusados- habían pagado miles de euros al expolicía para que tramitara pensiones permanentes. «Pequé de pardillo», se lamentó.

Casto fue ayer el primero en testificar y ocupó buena parte de la mañana. Su turno duró la friolera de tres horas, a pesar de que solo contestó a su abogado defensor, Felipe Meléndez. No es que el letrado le hiciera muchísimas preguntas (que también), sino que algunas respuestas se eternizaron y en ellas Casto Pérez hizo un alarde de conocer al dedillo las funciones de su profesión, las normas y hasta el organigrama -con fechas, nombres y apellidos- del sistema de inspección médica en el que (matizó) sigue teniendo plaza.

El presidente del tribunal, Manuel Grosso, le llegó a interrumpir cuando empezaba a leer el contenido de varias leyes. «Ajústese a los hechos», le reprochó. El inspector, sin embargo, alegó que demostraría con la lección que él no era el responsable de conceder las pensiones, pues había una serie de filtros y tribunales médicos -pertenecientes al INSS- que podían haber detectado a los supuestos falsos enfermos y echar atrás sus informes: «Yo estaba en el primer escalón; a partir de ahí, los expedientes desaparecen de mi competencia».

A pesar de todo, a su parecer, la mayoría de los casos ni siquiera serían fraudulentos. Los analizó uno por uno, para concluir que la mayoría llegó a sus manos con informes de especialistas «de reconocido prestigio», que probaban que eran merecedores de las incapacidades.

Sobre Remedios Torres, también tuvo palabras. Confirmó que la madre de Campanario acudió a su consulta dos veces, y en el reconocimiento llevaba el contrato que le había realizado Carretero. Pero lanzó una duda: «La primera vez, no tengo la certeza de que fuera ella», sugirió. De la segunda vez sí se acordaba. Era ella. Había acudido a él porque en el INSS habían anulado su inspección y venía de Castellón. Casto hizo una llamada entonces para que otro inspector la atendiese. «Pero no hablé con ninguno, solo con un administrativo», para evitar sospechas de enjuagues.

Sobre la otra supuesta suplantación, en la que la madre de Eli Calvente se hizo pasar por Remedios Torres en el Hospital Puerta del Mar, Casto quiso aclarar que la prueba médica no la solicitó él. Y que se enteró de todo dos días después, por Mercedes, la supuesta secretaria de Casto -él negó que lo fuera- que las acompañó a las dos impostoras para facilitar el camino. «Ella me lo contó arrepentida, yo le prometí que diría que iba por orden mía», confesó ayer el inspector. No aclaró, en todo caso, por qué aquella mujer le llamó por teléfono para revelarle el engaño. Mercedes, que estaba acusada en la causa, falleció antes del juicio. Existen, además, escuchas telefónicas en las que Casto habla de esas llamadas. Pero ayer insistía en decir que él «no admite» esas llamadas. El inspector rechazó también haber captado a los médicos de cabecera Harold Escalante y su amigo Luis Carretero Cala para que emitieran informes de baja sin ver siquiera a los pacientes. Carretero había dicho que esa había sido tarea del inspector, pero éste achacó el coladero a que la consultas de Escalante eran «anárquicas» y cualquiera podía citarse con él.

Solo contestó a su abogado

Ciertamente, Casto demostró que llevaba aprendida su declaración y apenas consultó sus «chuletas». Si bien se negó a contestar -acogiéndose a su derecho como acusado- a las preguntas del fiscal y de las acusaciones. Estas se limitaron a leer las preguntas con las que pretendían pillarle en contradicciones. Durante tres horas, Casto habló de muchas otras cosas. Entre ellas, de su amistad con Carretero, que comenzó en 2004 después de que el exjefe de Policía Local acudiera a una inspección médica por una incapacidad temporal que le fue concedida. Sus esposas habían sido amigas de juventud. De hecho, el expolicía estuvo en la boda de Pérez Lara. Sin embargo, el inspector no aclaró cómo pasaron de una consulta médica a ser íntimos. Con todo, aseguró: «Yo nunca he estado en Ubrique, la primera vez fue hace diez días».