Sociedad

CORRIDA DE TOROS VIEJOS

BARQUERITO Actualizado: Guardar
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Saltaron tres toros cinqueños bien cumplidos. Restos de camada rebañada. Dos de ellos, tercero y sexto, se juntaron en el lote de Rubén Pinar. El otro fue cuarto de corrida. Ese cuarto y el tercero, cornalón el uno y llamativamente largo el otro, tuvieron poco y mal trato.

Uceda Leal se empleó con el toro cornalón en una faena justificatoria, que tienen el mérito de su saque -estómago, garganta para tragar toro y no atragantarse con él- pero el demérito de sumar pases y pases. Con sitio y en buen sitio. La siempre templada espada de Uceda Leal no fue tal esta vez.

Fue tarde de pegar pases y pases. Si alguien se atreviera a contarlos, se pondría la cosa en cifra insuperable de la feria. Los tres de terna a se embarcaron en trasteos desmedidos. El propio Uceda, con el primero de corrida, que, sin descolgar propiamente, fue toro noble por la mano diestra y pegajoso por la siniestra. Dos buenas medias verónicas de Uceda en el remate del salido de capa: una primera a pies juntos y otra seguida del todo despatarrado. Los muletazos de Uceda a pies juntos, en la suerte natural o cambiados, y los de perfil a pies juntos tuvieron la cara gracia que distingue a los toreros altos en tal trace. Se sostiene que el toreo de gracia a pies juntos es o era patrimonio exclusivo de los toreros bajitos (Manolo González, Puerta, el Oliva Soto de ahora mismo) pero con su seco empaque natural Uceda también se siente en ese palo de la baraja y el cante. Sólo que la faena del toro más cálido de los seis, que empezó con suave compasito, se hizo larguísima. Lo fue. Media trasera y dos descabellos.

A diferencia de todos los hermanos de envío, el sexto fue toro de menos a más. Cara y cuajo tremendos. Escarbó de partida y se huía sin fijeza. Uceda Leal salió por sorpresa a hacer un quite: dos chicuelinas y media. Aunque no cabía en el engaño, el toro, en su querencia, era otro. Puso un gran par Manolo Montoya y Pinar brindó al público la que iba a ser faena de más ritmo de la tarde.

Porque el toro lo tuvo. No el colmo de la formalidad, pero descolgó y, pronto, tomó por abajo la muleta. Desiguales los logros del torero de Tobarra: acoplado cuando se puso en serio y no tanto cuando se tomó ventajas. Por la mano izquierda renegó el toro bastante. La idea de torear al aire del toro fue mucho más brillante que la estrategia del tercero. Una estocada.

A manos de Abellán fueron dos toros diferentes: un segundo lanudo y corto, con las fuerzas justas y más velocidad que carácter; y un quinto de bestial tamaño, gigante de más de 600 kilos y al trote cochinero, que, por hechuras, no podía embestir y no embistió. Con el segundo, escupido del caballo, suelto, Abellán intentó la épica: cite de muy largo para dos tandas de mucho corazón en la distancia, hábiles y bravas. La segunda, mejor que la primera. Como si le hubiera dado al toro cuerda, pero al toro le costó rematar viaje. Nada que inventarse por la mano izquierda, que fue nota común de la corrida. Costó pasar con la espada y no pasó Abellán. Se las ingenió con oficio para, soltando engaño, despenar al inmenso quinto. La faena del segundo, de más a menos -como el toro-, pecó de reiterativa. Y por larga.