Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Artículos

Asombrarse y aprender

DIEGO JIMÉNEZ BENÍTEZ
Actualizado:

En mi último artículo en estas páginas tuve ocasión de hablar sobre el desencanto. Hoy en contraposición quiero hacerlo sobre nuestra incesante capacidad de asombro y sus posibilidades de espolear nuestro deseo de aprender.

Hay sinónimos preciosos y muy sugerentes de 'asombro': sorpresa, admiración, encantamiento, deslumbramiento, conmoción, fascinación, embobamiento, perplejidad, embrujo, hechizo, éxtasis, sobrecogimiento...¡Cuánta riqueza en nuestra lengua castellana y en nuestras experiencias!

Lo sorprendente, inesperado o insólito, atrae nuestra mirada, produce admiración. Afirmaban los filósofos antiguos que por la admiración surgía el deseo de aprender y la búsqueda del saber.

¿Qué nos puede sorprender hoy?. Cuando no esperamos nada desesperamos. ¿Dónde se encuentra lo inesperado y sorpresivo, lo que nos seduce y nos desborda?. Aprendemos mucho regresando de vez en cuando a nuestra infancia: esos días largos y anchos con muchos momentos y espacios abiertos, mañanas de colegio, tardes de juego y estudio, y viviendo esas pequeñas aventuras y sorpresas sólo en presente.

Esa capacidad de sorpresa de la infancia ha quedado bien encapsulada y encorsetada en nuestra madurez; ya sólo nos sorprenden determinadas cuestiones de manera más bien limitada. La curiosidad y la ilusión nos rejuvenecen y nos entregan a la magia de la vida. La sorpresa alimenta el deseo de descubrir. El asombro nos hace interrogarnos y buscar respuestas novedosas, nos abre los ojos para ver el mundo desde una nueva perspectiva. Del asombro surge el pensamiento, y de éste la invención.

Perdemos nuestra capacidad de asombro porque olvidamos lo realmente importante: estamos de paso en un mundo que nos ofrece inagotables posibilidades de disfrutar de nuestros sentidos y a la vez disponemos de una enorme, y flexible, capacidad de pensar, de ilusionarnos con las cosas más sencillas, de observar y entender la naturaleza de lo que nos rodea, y de empatizar con nuestros semejantes. El mundo es un verdadero espectáculo y nosotros somos espectadores y asimismo actores y actrices de reparto.

El asombro se pierde con la monotonía de lo cotidiano, con ese consumo material vertiginoso que no nos deja momentos de silencio ni de reposo para poder observar qué es lo que a nuestro alrededor transcurre simultáneamente con el tiempo: todos esos pequeños instantes que son una eternidad y esos sencillos seres y acontecimientos que nos dicen de verdad de qué va la vida.

Según Emilio Lledó hay 'filia' (atracción o inclinación apasionada hacia algo) en el gozo de sentir sin buscar ninguna utilidad, y en salir fuera de ti mismo buscando algo que no tienes; irte por horizontes nuevos y dejarte llevar por el impulso y la pasión por saber, abandonarse a esa curiosidad que te permite mirar nuevamente el mundo, encantado de conocer la naturaleza y los seres humanos, y encantado de conocerte a ti mismo.