Editorial

Salir de Cuba

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Muchos países rechazan o limitan fuertemente la entrada en su territorio de extranjeros, por temor a una riada incontrolable de llegadas, pero es muy infrecuente y muy inquietante que un Gobierno impida o dificulte mucho la salida al exterior a sus propios ciudadanos. Cuba es un ejemplo que podría cambiar ahora si prospera la proclamada intención oficial de autorizar los viajes de los cubanos como turistas. Tal posibilidad está desde ayer en la definitiva versión de los planes del régimen en materia económica y social salidos del reciente VI Congreso del Partido Comunista y es una revolución si se aplica con la generosa normalidad propia de una sociedad libre. Que atienda más bien a obtener algún beneficio material que a garantizar un derecho indiscutible resta categoría moral al proyecto, pero, así todo, es bienvenido. Este goteo de pequeñas reformas es poca cosa, pero en el desierto legislativo democrático cubano es algo, entre otras cosas una prueba de realismo y normalización. Llega cuando el gobierno está de nuevo contra las cuerdas tras la muerte de un veterano y tenaz opositor y expreso político, Juan Wifredo Soto, quien, enfermo del corazón, murió el domingo tras recibir malos tratos a manos de la policía. El estándar cubano no da todavía para más: una de cal y muchas de arena.