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Pakistán se aproxima al abismo

La incursión militar de EE UU agrava la crisis interna del país asiático y pone en peligro sus frágiles acuerdos con algunos grupos talibanes

ISLAMABAD. Actualizado: Guardar
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La muerte de Osama bin Laden el lunes en Abbottabad ha significado una gran victoria para EE UU pero ha sumido en una profunda crisis interna a su principal aliado en la guerra contra el terror. Políticos y militares paquistaníes necesitaron cuatro días para ofrecer una reacción oficial y desde entonces se culpan los unos a los otros de la inexplicable presencia del líder de Al-Qaida apenas a 150 kilómetros de la capital durante los últimos seis años y de la incapacidad de detectar la operación de las fuerzas especiales americanas. Hasta que Barack Obama se dirigió a la nación, los medios de Pakistán solo informaban de la caída de un helicóptero cerca de la principal academia militar. Ni palabra sobre la muerte del terrorista saudí.

«Todos sabemos lo que ha supuesto el enfrentamiento entre las partes civil y militar en Pakistán en los últimos años, así que deberían reflexionar e intentar trabajar unidos en un momento tan complicado», señalaba el director del diario 'Islamabad Dateline', Shahnawaz Khar. La caída de Pervez Musharraf y la llegada de Asif Alí Zardari en 2008 supuso el fin de casi una década en manos militares y una nueva aproximación al problema del integrismo radical, que ha costado la vida a 30.000 personas en los últimos años. Los pactos con líderes insurgentes han logrado una división interna en las facciones talibanes y ahora algunos grupos son calificados de «progubernamentales» por el simple de hecho de no atentar dentro de los límites del país asiático.

Los comandantes Gul Bahadar, mulá Nazir y la conocida como red Haqqani no atentan en suelo paquistaní, pero usan sus bases en la agencia tribal de Waziristán del Norte y Sur para preparar sus ofensivas contras las fuerzas de la OTAN en Afganistán. «El choque de intereses entre Washington e Islamabad es claro. De momento los americanos atacan desde sus aviones no tripulados, pero no tardaremos en ver a nuestro Ejército en Waziristán del Norte, la guerra es inevitable para erradicar el talibanismo», opinaba el investigador del Centro de Estudios para la Paz de Islamabad Abdul Basit.

La división de intereses entre grupos insurgentes no se plasma en la ideología, ya que el mismo mulá Nizar, uno de los considerados talibanes amigos por la firma de pactos de no agresión, declaró en una reciente entrevista a Asia Times Online que «soy parte de Al- Qaida; talibanes y Al-Qaida somos inseparables». La primera respuesta a la muerte de Bin Laden llegó del grupo Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), de Hakimulá Mehsud, que prometió venganza y situó a las autoridades de Pakistán como su principal objetivo.

TTP no acepta ningún acuerdo y es responsable de los ataques que se producen en suelo paquistaní. «Está en manos de una nueva generación de yihadistas que no respetan a los antiguos comandantes, una especie de anarquistas de la yihad que combinan la violencia con actividades mafiosas, lo que les ha hecho independientes de la financiación que en el pasado estos grupos precisaban de Al-Qaida», advierte un analista local que prefiere mantener el anonimato y piensa que «ni siquiera obedecerían al mulá Omar, pertenecen a otro tiempo y son mucho más peligrosos».