Buena puntería, pésimo relato
Una comunicación descoordinada de la Administración de EE UU enturbia la operación contra el líder de Al-Qaida
NUEVA YORK.Actualizado:Era «la operación más clasificada que haya tenido este Gobierno en muchos, muchos años», dijo el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. Y a pesar de ello, tres horas después de que las pruebas de reconocimiento facial indicasen con un 95% de fiabilidad que el asesinado era Osama Bin Laden, Barack Obama convocó al país para contar la noticia en el discurso más seguido de su presidencia. Antes de la medianoche del domingo, sus altos asesores estaban al teléfono contando los detalles de la operación a esta y otros muchos periodistas.
A esas horas el Gobierno estadounidense ni siquiera había completado todas las pruebas de ADN que al día siguiente le permitieron confirmar la muerte del terrorista más buscado del mundo con un 99,9% de precisión. Nadie había tenido la oportunidad de interrogar a los únicos que conocen de primera mano la misión para asesinar a Bin Laden: los Navy Seal. Los 79 miembros de los cuerpos de elite y otras agencias volvieron a su base en EE UU y se echaron a dormir tan pronto como se lo permitió la descarga de adrenalina. No sería hasta el martes cuando se les despertó para interrogarles y extraer cuidadosamente la versión de los hechos. Para entonces, altos cargos de la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA habían dado a la prensa su particular recolección de los hechos, llena de contradicciones que han minado la credibilidad de una operación militarmente brillante pero desastrosa en el capítulo de comunicación.
«Hemos puesto una gran cantidad de información a disposición del público», se quejó Carney ante las presiones de la prensa. «Estamos hablando de la operación más clasificada que haya tenido este Gobierno en muchos, muchos años, y con todo os hemos proporcionado una cantidad sustancial de información en un tiempo muy breve».
Película confusa
Cierto. El equipo de gobierno no tuvo tiempo para sentarse a coordinar sus versiones sino que se lanzó a una alocada ronda de entrevistas y conferencias de prensa, convencido de que todos sus miembros habían visto la misma película. Esa, confusa y verdosa, que grabaron los Navy Seals a través de gafas de visión nocturna mientras 24 hombres y un perro asaltaban el campamento de dos edificios y tres plantas en una noche sin luna. En la era de Twitter, Facebook y Wikileaks es difícil guardar secretos. EE UU no tuvo más remedio que informar al país cuya soberanía había traspasado en cuanto sus aviones y helicópteros abandonaron el espacio aéreo. Con Pakistán al corriente, la posibilidad de mantener la muerte de Bin Laden en secreto era remota. El Gobierno de Obama no quiso arriesgarse a que otros explotaran la noticia más importante de la década, ni a perder la oportunidad de perfilar la narrativa, cuyo guión del villano cobarde hizo las delicias de John Brennan, el asesor antiterrorista del presidente que ha pasado los últimos 15 años persiguiendo a Bin Laden.
«Aquí tienes a Bin Laden, el que ha estado inspirando todos esos ataques, viviendo en una mansión de más de un millón de dólares, en un área muy alejada del frente, escondiéndose detrás de una mujer que le pusieron por delante como escudo», dijo el lunes en conferencia de prensa.
Resultó que ni Bin Laden se escondió tras una mujer ni la mansión vale el millón de dólares que aún le atribuye EE UU -AP dice que las tres parcelas en las que se alza se compraron por 33.500 euros-. La mujer presuntamente asesinada en el asalto es quizá el componente de la historia que más ha cambiado. Primero fue una esposa de Bin Laden, para luego convertirse simplemente en «otra mujer que había en la casa», y todavía resultó que ni siquiera estaba en el tercer piso donde fue asesinado el líder de Al-Qaeda sino en el primero. Pero según las filtraciones paquistaníes, que han resultado de entrevistar a los testigos e inspeccionar la escena del crimen, no hubo ninguna mujer fallecida, todos eran hombres.
Los últimos minutos
La otra parte más compleja del relato se refiere a los últimos minutos de vida del millonario saudí. Originalmente la Casa Blanca sostuvo que los cuerpos de elite encontraron resistencia en la casa y se enzarzaron en una lucha armada en la que, según Brennan, también participó Bin Laden. «Si llegó a disparar alguna ráfaga o no, eso francamente no lo sé». Al día siguiente Carney admitió que Bin Laden no estaba armado, pero «ofreció resistencia», insistió. «Si hubiera levantado las manos y hubiera ofrecido rendirse, le habríamos capturado», añadió el jefe de la CIA, Leon Panetta.
Fuentes de 'The Washington Post' señalaron que al ser sorprendido en la puerta de su dormitorio por las fuerzas especiales, el líder terrorista no alzó las manos sino que se dio la vuelta hacia el interior de la habitación, lo que dio excusa inmediata a los soldados para volarle la tapa de los sesos con una bala que le entró por encima del ojo izquierdo, y lo remataron de un disparo en el pecho. En cambio su esposa, que se abalanzó sobre uno de ellos, solo recibió una herida en la pierna. El Gobierno dijo al mismo rotativo que en la habitación de Bin Laden aparecieron diversas armas de fuego, entre ellas un AK-47, que el líder de Al-Qaida «pudo haber utilizado para defenderse» pero no lo hizo, además de que planeaba la sospecha de que llevase explosivos bajo la ropa.
Según dijo el jueves 'The New York Times', solo hubo un hombre en la casa que tuvo tiempo de lanzar un disparo, el primero con el que se encontraron las fuerzas especiales, pero estas siguieron disparando escaleras arriba contra el siguiente hombre que se encontraron, porque «tenía las manos en la espalda y se encontraba cerca de un AK-47», dijeron otras fuentes a 'Politico'. «Disparar no es la única manera de representar una amenaza», defendieron. Pero si se pregunta a los paquistaníes que revisaron la escena del crimen e interrogaron a los testigos, «la gente de la casa estaba desarmada, no hubo resistencia», dijeron a Reuters. «Fue a sangre fría».
En lo que todos coinciden es en que Bin Laden está muerto. La realidad indica que EE UU nunca tuvo intención de capturarle con vida, pese a que el líder de Al-Qaida no les dio la excusa que habría igualado todas las versiones al gusto de Hollywood.