Las familias del 11-S quieren ver la foto
«Hicimos lo que dijimos que íbamos a hacer» al matar a Bin Laden, subraya Obama en su visita de homenaje a la Zona Cero
NUEVA YORK.Actualizado:Unos lo llaman «hacer justicia», pero Benny Daví lo llama sin complejos «revancha». El motero, cuyo chaleco de cuero luce en la espalda un parche de las Torres Gemelas con la bandera de Estados Unidos y las iniciales 'JC', esperaba ayer con calma entre la multitud a que su amigo John Cartier saliese de la reunión con Barack Obama. No había aceptado la invitación solo para estrechar la mano de un presidente al que no aprecia lo más mínimo, sino para pedirle que le enseñe la foto de Osama Bin Laden muerto. Solo así creerá que se ha vengado la muerte de su hermano James, en cuyo honor y el de otras víctimas del 11-S fundó hace casi diez años el club de moteros American Brotherhood, «para que no se les olvide».
«Mi entender es que no es el único que lo ha pedido, muchas familias quieren ver muerto al hombre que mató a sus seres queridos y destrozó sus vidas», dice Daví. «Si el mundo entero pudo ver a los nuestros saltando por las ventanas, ¿por qué no vamos a poder ver nosotros a Bin Laden muerto? Lo que deberían haber hecho es traerlo aquí y ponerlo en una urna». Cuando se le recuerdan las palabras de Obama, aquello de que «nosotros no somos así, no vamos por ahí exhibiendo trofeos», Daví hace un gesto de desprecio. «Tonterías. Obama ha tenido la suerte de que le ha pillado esto sentado en la Presidencia, en dos años más habría sido un republicano. Él no hace más que firmar papeles y decir sí o no, no merece ningún crédito. Los que realmente merecen crédito son los hombres que se jugaron la vida para ir allí a matarle».
No pensaban así los muchos cientos de personas que se encaramaron ayer a las columnas de la Iglesia de San Pedro para ver pasar la limusina del presidente. Según apareció la comitiva por la calle Park, la multitud estalló en vítores y la ovación estremeció los cimientos desnudos de ese memorial sin acabar en el que Obama depósito silenciosamente una corona de flores en honor a los caídos. «He venido hoy aquí para decirle al mundo que nunca nos hemos olvidado de esta tragedia, que nunca olvidamos las vidas que perdimos, que nunca olvidamos el extraordinario valor que demostrásteis», dijo poco antes a los policías del Primer Precinto.
Con los bomberos con los que almorzó se había permitido bromear, «la principal razón por la que he venido es porque me han dicho que la comida es bastante buena», dijo para romper el hielo. En la estación de bomberos en la que todavía se llora la pérdida de 15 compañeros descubrieron ayer con amargura que vengarles no les devuelve a sus seres queridos, como lamentó el mandatario.
Patrick Murphy, un bombero del East Village que vagaba ayer solitario entre la multitud con el semblante rígido, confesaba que durante estos diez años ha sufrido «lo que miles de bomberos de Nueva York, la culpa del superviviente». El 11-S no estaba de guardia jugándose la vida con sus compañeros, sino en casa descansando. Nunca se lo ha perdonado. Él tampoco es votante de Obama pero le da crédito por haberles servido en bandeja el plato de la venganza, que según el presidente envía un claro mensaje al mundo: «No olvidamos. Hicimos lo que dijimos que íbamos a hacer», subrayó.
«Satisfechos»
El subidón de moral que este asesinato de Estado ha traído al país se veía en las calles el domingo por la noche, donde los jóvenes que han dejado de ser niños marcados por la guerra y la crisis coreaban a pleno pulmón «¡U-S-A!», embriagados por la euforia y el alcohol, pero sobre todo por un patriotismo mal entendido que daba escalofríos. Gracias a ello los vendedores de banderitas volvían a hacer el agosto en el Bajo Manhattan.
No era septiembre ni aniversario alguno, ni siquiera se ha concluido el mausoleo que celebrará las vidas de los caídos sobre las huellas de las Torres Gemelas, pero la Zona Cero se vistió ayer de gala como si fuera otoño para que Obama presentara silenciosamente sus respetos en este camposanto por primera vez desde que es presidente. Lo visitó en plena campaña electoral junto a John McCain, pero cuando llegó al Despacho Oval dejó esa tarea a su vicepresidente, Joe Biden, que ayer se cambió los papeles con él al asumir la ceremonia del Pentágono.
Se cierra el círculo, Bin Laden esta muerto, armado o desarmado, a nadie de los que entrevistó ayer esta corresponsal en la Zona Cero le importa demasiado. Ninguno prefería verlo sentado en un tribunal o pudrirse en una cárcel, todos se sentían «absolutamente satisfechos», dijo el bombero retirado, con que le hayan volado la cabeza. Y si algo les amarga la celebración es que «todavía hay muchos más como él que deberían seguir su suerte y sin embargo siguen por ahí vivos», masculló Lucila Crespo, madre de un policía y voluntaria ella misma en aquellos días que silenciaron Nueva York.