Se espera contestación
Actualizado: GuardarEl llamado enemigo público número uno tenía miles de amigos. Su violenta defunción anticipa otras. Bin Laden se autotituló como un vengador pero lo peor de las venganzas es que no se sabe nunca cuál es la última. La suya, escenificada en las Torres Gemelas, fue verdaderamente horripilante, ya que se vengó por anticipado. «Estados Unidos ha hecho justicia», es ahora el jubiloso grito de quienes sufrieron la siniestra y bien orquestada ofensiva de los pilotos suicidas, pero a las celebraciones se unirán los pésames.
«A quien te hizo una, hazle dos, aunque no lo mande Dios», pero puede mandarlo Alá. Así que la muerte del más afamado terrorista de la historia va a traer cola: la formarán millones de adictos del que fue el hombre invisible hasta que las 'fuerzas especiales' norteamericanas le echaron el ojo.
Todavía no ha nacido nadie que represente a un poder estatal que interrumpa la cadena de las venganzas. Algunos místicos orientales dijeron que así como el agua no permanece sobre las cumbres, las satisfacciones a los agravios no deben permanecer sobre los corazones. Cuentos chinos. A las personas por naturaleza vengativa sólo las remedia el alzhéimer. Quizá por eso el hecho de responder a una injuria o daño se considera un deleite, aunque en el fondo sea una cabronada.
Asesinar es matar alevosamente y con premeditación, aunque se mate a un asesino múltiple. No es aventurado decir que a la muerte del monstruo la seguirá la de muchos inocentes. Si el deseo de la venganza se reprime se convierte en una dolencia y el rencor estorba y obsesiona. Quienes lo sufren, aunque estén cargados de razón, no pueden soportar su carga. Es sin duda una buena noticia que Bin Laden haya dejado de ser uno de los pobladores de este mundo, pero hubiese sido preferible que hubiese fallecido de otra cosa: de un dolor de cabeza ocasionado porque le apretaba demasiado el turbante o porque se cortó con una de sus dagas y se le infectó la herida. No se tendría que esperar la respuesta.