MUNDO

De multimillonario a símbolo del mal

El terrorista más buscado renunció a una vida de lujo para hacer la guerra santa tras una conversión religiosa

SANÁ. Actualizado: Guardar
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El espigado y barbudo saudí de 54 años falleció de un disparo en la cabeza en el exilio paquistaní, su tercer país de acogida después de su etapa en Sudán y sus años de lucha en Afganistán, primero con los 'muyahidines' contra la ocupación soviética, y después con los talibanes. Su imagen vestido con ropa militar, tocado con un turbante blanco y el Kalashnikov en mano no era la que correspondía a un multimillonario saudí de su categoría, el que renunció a su vida de empresario de la construcción en alguna de las empresas familiares para consagrarse a la 'yihad' y que en los últimos diez años se convirtió en el auténtico icono del islamismo radical.

Osama bin Laden fue el decimoséptimo hijo de los 52 que tuvo su padre, un importante magnate del ladrillo de origen yemení que hizo fortuna gracias a sus relaciones con la familia real saudí. Hasta que acabó en la universidad sus estudios de Economía y Gestión de Empresas no se adentró en el mundo de la religión a comienzos de los ochenta cuando viajó a Peshawar, norte de Pakistán, para enrolarse en la guerra santa contra la Unión Soviética. Una iniciativa aplaudida y respaldada por Washington que veía en estos voluntarios un elemento más para vencer en su Guerra Gría contra el entonces régimen de Moscú.

Así comenzó a gestarse su idea de formar una bolsa de guerrilleros árabes venidos de todo el mundo para apoyar a los afganos y que en 1988 se convirtió en Al-Qaida. Gracias a su enorme fortuna fue capaz de pagar a miles de jóvenes al final de la 'yihad' que de pronto volvieron a sus países de origen y se encontraron sin trabajo y en muchos casos encarcelados por el temor de los dictadores locales a su religiosidad radical.

Bin Laden apenas duró tres años en su país de origen donde chocaba constantemente con la política de la casa real. Tras la primera guerra de Irak en 1991 se exilió a Sudán, adonde le siguió su inseparable Ayman al-Zawahiri amigo desde los tiempos de Peshawar, y cinco años después volaron a Afganistán para unirse a los talibanes.

Base afgana

Los cinco años siguientes compartió muchas jornadas con el mulá Omar, el líder tuerto insurgente y en el país centroasiático encontró un lugar seguro donde entrenar a sus comandos y organizar operaciones en el extranjero como los ataques contra las embajadas americanas en Kenia y Tanzania o el del destructor 'USS Cole' en el puerto yemení de Adén.

Desde los atentados del 11-S y la invasión de Afganistán, pasó a la clandestinidad absoluta gracias a su relación con las tribus de la frontera afgano-paquistaní. Su última aparición pública fue en las montañas afganas de Tora Bora, después solo se supo de él a través de mensajes de vídeo (las últimas imágenes son de 2007) y grabaciones de voz como la del pasado 1 de enero.

En los últimos diez años expertos en lucha antiterrorista le habían dado por muerto en varias ocasiones por su enfermedad renal, por un supuesto envenenamiento y por ataques de aviones no tripulados. Casado en al menos tres ocasiones y padre de unos diecinueve hijos, su muerte asesta un duro golpe a Al-Qaida, que ahora pasaría a manos de Ayman al-Zawahri, el doctor egipcio que era su mano derecha.