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golpe al terrorismo mundial

Europa contiene la alegría

Las potencias continentales celebran la "histórica" noticia, pero en alerta ante una venganza

IÑAKI CASTRO
BRUSELASActualizado:

"Nos hemos despertado en un mundo más seguro". El presidente de la Eurocámara, el polaco Jerzy Burzek, condensó ayer en esta frase el sentimiento general que provocó en Europa la muerte de Osama bin Laden. Todos los mandatarios celebraron la "histórica" noticia, pero nadie quiso dar por terminada la guerra contra el terrorismo.

Varios países optaron incluso por redoblar la vigilancia ante el riesgo de que alguna célula durmiente de Al-Qaida intente vengarse en los próximos días.

Reino Unido, el principal aliado de EE UU en las guerras de Irak y Afganistán, ordenó ayer a sus embajadas que extremen las medidas de seguridad. "Puede que algunos miembros de la red terrorista intenten demostrar que todavía están presentes", justificó William Hague, jefe del Foreign Office. La advertencia llegó apenas unas horas después de que Washington pidiera tanto a las fuerzas de seguridad como a los servicios secretos que reforzaran la vigilancia dentro y fuera del país. "Aunque Bin Laden está muerto, Al-Qaida no lo está", enfatizó Leon Panetta, director de la CIA.

El Gobierno norteamericano considera especialmente sensibles ante un posible ataque sus intereses en el extranjero. El Departamento de Estado extremó la seguridad de sus embajadas y emitió un aviso de viaje a sus ciudadanos para que eviten "las reuniones públicas y manifestaciones". Pese a esta situación, la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, matizó la magnitud de la amenaza y descartó elevar el nivel de alarma. Según precisó, no cuentan con ninguna "información creíble y específica" que apunte hacia un zarpazo inmente. Por ello, anunció que se mantendrá una vigilancia "intensa" para proteger al país del "extremismo violento".

La mayoría de los países occidentales siguieron el ejemplo norteamericano. Todos los mandatarios insistieron en la necesidad de no bajar la guardia, pero sin caer en el alarmismo. Alemania, que a finales del año pasado vivió una auténtica psicosis terrorista por miedo a un ataque inminente, respiró "aliviada" tras conocer la muerte del líder de Al-Qaida. Angela Merkel, en cualquier caso, rechazó relajar las medidas de seguridad. La canciller recordó que el pasado viernes detuvieron en Renania del Norte-Westfalia a tres hombres de origen árabe con abundante material explosivo.

Nicolas Sarkozy fue uno de los más efusivos al felicitar a Barack Obama por el éxito de la operación en Pakistán. "Francia saluda la tenacidad de EE UU, que buscaba a Bin Laden desde hace diez años", remarcó el jefe del Elíseo antes de calificar la noticia como "una derrota histórica de la plaga del terrorismo". El ministro de Exteriores galo, Alain Juppé, puso el acento en que la amenaza integrista todavía es "elevada". "El combate contra la peor de las cobardías, atacar a inocentes, no ha terminado", proclamó.

Consuelo limitado

Al margen de su llamamiento a reforzar la seguridad en sus legaciones extranjeras, Reino Unido evocó la importancia de la muerte del líder fundamentalista para los allegados de las víctimas. "Nada hará que los seres queridos fallecidos puedan volver, pero al menos las familias saben que ya no está el hombre que fue responsable de esos terribles actos", señaló David Cameron. Eso sí, recordó que la caída del gran enemigo del mundo occidental "no marca el fin de la amenaza del terrorismo radical".

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, apuntó que ayer se había conseguido cerrar el círculo de terror abierto el 11-S. Entonces, la Alianza activó la cláusula de defensa común al interpretar los ataques contra EE UU como un golpe a todo el bloque. "Es un éxito significativo", resumió el ex primer ministro danés. El resultado del apoyo incondicional del organismo militar a Washington fue la operación conjunta en Afganistán. "Seguiremos con nuestra misión para asegurarnos de que nunca más se convierte en un santuario extremista", agregó.

La UE, que destacó su trabajo "hombro con hombro" con EE UU, tachó al terrorista saudí de "criminal atroz". En una comparecencia conjunta, el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, y el jefe de la Comisión, Jose Manuel Durao Barroso, celebraron que su muerte convierte al mundo "en un lugar más seguro y demuestra que los crímenes no quedan sin castigo". Desde su perspectiva, el Vaticano acusó a Bin Laden de "difundir el odio entre los pueblos" e "instrumentalizar la religión".