Economia

YA LO SABÍAMOS

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Las celebraciones (¿?) del pasado Primero de Mayo nos han servido para constatar tres cosas. Dos que ya sabíamos y otra que nos temíamos. Sabíamos que la situación del empleo en este país es catastrófica y, también, que eso es motivo de preocupación y disgusto, también, para los sindicatos. No podía ser de otra manera. Lo que nos temíamos y hemos confirmado es que las propuestas de solución presentadas son tan escasas como etéreas y poco contrastadas. Cuando nos enfrentamos a un problema social grave y complejo, como es este, y con tantas aristas, yo siempre desconfío de las propuestas que adjudican los esfuerzos necesarios para solucionarlo a los demás grupos sociales y considera que el suyo ya hace lo suficiente. Es decir, desconfío de los empresarios cuya única propuesta es que los trabajadores trabajen más y cobren menos, para mejorar la competitividad; y de los sindicatos que exigen subidas salariales, para que aumente el consumo y más impuestos -siempre que sean a cargo de los demás, claro-, para financiar más ayudas al paro y durante más tiempo.

Bueno, pues así no arreglamos nada, entre otras cosas porque la imposición extrema y completa del primero de estos paquetes provocaría una irritación social insoportable; mientras que la del segundo conduciría al desánimo y la inacción de los empresarios y de los candidatos a ello, que son los llamados a solucionar el problema del empleo. Si queremos reducir a la mitad el número de parados, necesitamos generar 250.000 empresarios que creen otras tantas empresas, con al menos 10 trabajadores cada una. Y eso requiere, primero conciencia de la realidad de las cosas. Segundo, políticas activas para los empresarios; paquetes de incentivos apropiados y, sobre todo, fe en nuestras fuerzas y esperanza en el futuro. La caridad es conveniente pero, aquí, no es necesaria. Basta con la justicia social.