¡Caretas fuera!
Actualizado: GuardarArdo en deseos porque este interminable atracón de Barça-Madrid llegue a su fin. Me mueve –básicamente– la decepción del perdedor porque de lo de la Copa del Rey ya ni me acuerdo después del espantoso ridículo en ‘Champions’, otro de esos partidos jugado a dos asaltos entre ambos con unos mamporros que van a más y con un juego que cada vez va a menos. Decepcionado porque el 0-2 definitivamente marca un antes y un después en el concepto que tenía/tengo de Mourinho. Engañándome a mí mismo, le otorgué la vitola de único que se labró en Londres y que cimentó en Milán, pero su batacazo en Madrid está siendo de los que marcan época y una trayectoria personal, salvo que un milagro en el Camp Nou dicte lo contrario y eso –con Messi delante– se antoja imposible. El único mérito de Mou hasta la fecha –y no es moco de pavo– ha sido lograr que cien mil almas comulguen con él sin rechistar a la hora de presenciar el mayor ejercicio de racanería que se ha vivido en la historia de Chamartín. Un fútbol vulgar y rastrero que coincide en el tiempo con la mejor plantilla en los 108 años de historia madridista. No saber sacar partido de las bondades técnicas y tácticas de gente como Kaká, Benzema, Higuaín, Granero y compañía ante el enemigo irreconciliable y convertir a un garrulo de la talla futbolística de Pepe en el arma definitiva contra el mejor jugador del mundo se merecen que este cosmopolita, inteligente y elegante, pero pésimo cuenta cuentos tenga sus horas contadas en España. Se equivoca Guardiola (otro elemento que también se las trae con su falso aire de mesías) al calificar al portugués como «el puto amo» porque Mourinho es simplemente un técnico con un currículum sobresaliente, pero al que le ha venido muy grande entrenar al que fue el mejor club del siglo XX porque la historia de este milenio tendrá color azulgrana.