Sociedad

Krasnoyarsk: el este del este

Bienvenidos a Siberia: Dos millones de habitantes para una región cinco veces más grande que España

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En Krasnoyarsk, la segunda ciudad de Siberia, soledad no significa lo mismo que en Burgos. Soledad es una ciudad de un millón de habitantes en una región con dos millones, que tiene cinco veces la superficie que España, una décima parte de Rusia, desde el hielo del Ártico hasta las cordilleras de Artai, en el Sur. Lejos es allí, en la Asia europea, encima de Mongolia y China, más allá de India, en la tierra que cruzaron Gengis Khan y los turcómanos. Cerca significa dos días en coche. Frío tampoco es lo mismo: en invierno pueden caer heladas de 40 bajo cero. Krasnoyarsk, con toda su 'siberianidad' a orillas del Yenisei -el segundo río más grande de Asia- representa uno de esos territorios de aventuras por los que podrían cabalgar personajes como Miguel Strogoff.

Con todo, es una ciudad cálida. Sus habitantes no sonríen por la calle y miran extrañados al que lo hace, pero una vez saltado el muro del primer contacto, abren un mundo amable de calles con música ambiental, luces en los árboles, calefacción a todo tren y una conversación interesante si el ciudadano se apaña en inglés, cosa no muy común.

Krasnoyarsk es un milagro humano. El hombre vino a pelear y conquistar, como siempre. En 1628 llegaron los cosacos a formar un fuerte que hoy ocupan edificios modernos. Después, sobrevivió como parte de la ruta siberiana hacia Vladivostok y se desarrolló en los primeros planes quinquenales tras la Revolución Rusa y con la industria desplazada de Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvo fábrica de papel, astillero, plantas de aluminio y conserva la segunda central hidroeléctrica más grande del mundo. Siempre fue tierra de expatriados, ya fueran disidentes del imperio de los zares -como el propio Lenin, que vivió en una barca en el río- o del régimen soviético. Miles de ellos se terminaron pudriendo en los gulags con el mismo frío helador que hoy permite varias estaciones de esquí en las afueras.

El milagro pervive. Hoy, Krasnoyarsk sigue creciendo en población y la demanda de viviendas es altísima (unos 60.000 euros el piso) pese a que el sueldo medio no supera los 400 euros al mes, aunque no haya miseria. Cuando se funde la nieve, cultivan deliciosas patatas y dulces remolachas en el mar de huertas y dachas de madera que rodea la ciudad y que permiten subsistir a muchas familias durante el invierno. Que haga frío no quiere decir que no haya nada que hacer. La ciudad está horadada con pequeños y grandes teatros, además de cines y frecuentes programaciones de ópera. Al caer la noche, hay fiesta comedida en bares con precios de Madrid (cuatro euros la cerveza de medio litro) y música local.

Sevillanas cosacas

Una comunidad amplia de la ciudad liderada desde la Universidad Federal de Siberia se mueve para fomentar lazos de países distantes pero no tan distintos, a juzgar por la soltura con la que baila sevillanas en el sótano de un pub Julia Vavílova, bailaora local formada en Granada. Desde hace dos años, un centenar de alumnos aprenden el idioma de Cervantes en el centro de lenguas de manos de un español de Cádiz, Pablo Terradillos. A final del mes pasado celebraron un ciclo de cultura española al que acudieron poetas, cineastas, cantantes, filólogos y periodistas y en el que se habló desde cine hasta de toros y flamenco.