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«En la terraza había cadáveres ardiendo»

Los camareros del café Argana recuerdan los terribles momentos del atentado y se felicitan de que ocurriera en hora de baja ocupación

P. ROSAS
MARRAKECH.Actualizado:

Mulay Idriss tiene grabadas en la retina imágenes que todavía apenas puede procesar. «Estaba en la planta de abajo cuando se produjo la explosión y salí rápidamente a la calle. Había un hombre tendido que había salido despedido de la terraza de arriba. No tenía piernas». Idriss es camarero en el café Argana de Marrakech, que el jueves sufrió el peor atentado terrorista que sacude Marruecos desde 2003. «En la terraza había cadáveres ardiendo y personas completamente destrozadas. La imagen era terrible, tuve mucho miedo», relata este joven con la voz entrecortada.

Idriss acudió ayer junto a varios compañeros de trabajo al hospital Ibn Tofail de Marrakech, donde esperaban noticias de un colega del Argana herido en la explosión. Otro de ellos, Yassin, tuvo peor suerte y figura entre las 15 víctimas mortales del terrible atentado. «No vimos nada raro, era un día normal, y todo sucedió muy rápido», añade Mohmo Rachid, que se encontraba en la planta superior del edificio cuando se produjo la detonación. Por suerte, aclara Idriss, «aún era temprano para el almuerzo y en el restaurante no habían llegado todavía muchos clientes. Si llega a suceder dos horas después podría haber fácilmente 100 muertos».

Recuperar el pulso

La plaza Yamaa el-Fna recuperaba ayer poco a poco el pulso. Las ruinas del restaurante Argana, visibles desde cualquier esquina de la zona, se habían convertido en un foco de curiosos, que tomaban fotos detrás del dispositivo de seguridad instalado por la policía. Algunos vecinos se acercaron a llevar ramos de flores en recuerdo de las víctimas. Varias pequeñas concentraciones y manifestaciones de protesta contra el terrorismo se sucedieron a lo largo del día. El sindicato de taxistas de la ciudad, paseando en procesión por mitad de la plaza con un enorme centro floral, explicaba, a todo el que quisiera escucharlo, que Marrakech es una ciudad de paz.

María de Lourdes Mendoes observa con un grupo de amigos lo que queda del café atacado. «Tengo miedo, claro que sí, pero no voy a cancelar mis vacaciones», asegura esta turista portuguesa mientras sortea el tráfico de motocicletas. «Es algo que podría pasar en cualquier lugar, pero debo reconocer que ha cambiado un poco mi imagen de Marruecos», señala Mendoes, que visita el país norteafricano por primera vez.

El fantasma de que el atentado pueda afectar a la llegada de visitantes planeaba ayer sobre Yamaa el-Fna, aunque muchos comerciantes, como Yussef, del puesto número ocho de zumos, a escasos metros del Argana, intentaban espantarlo con una sonrisa y un vaso de néctar de naranja. «Los turistas, gracias a Dios, no se han marchado. Los marrakechíes podemos superar esto y mucho más».