El rey rompió el protocolo para entregar el premio a Matute, en silla de ruedas. :: REUTERS
Sociedad

«El que no inventa no vive»

Ana María Matute reivindica, tras recoger el Premio Cervantes, el poder salvador y balsámico de la fantasía en la literaturaLa 'niña' de 85 años recordó, durante su discurso, la «chispa azul» que la convirtió en escritora

ALCALÁ DE HENARES. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Érase una vez una niña de 85 años que inventaba verdades para vivir. La misma Ana María Matute que con cinco comenzó a soñar y fantasear, tras comprender que solo las invenciones encierran verdades. Ocho décadas después de aquel descubrimiento, la escritora explicaba sus certezas, incertidumbres, duelos, quebrantos y alegrías, por fin desde la cima de un oficio que eligió en la infancia y en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá.

La niña que entró en el bosque asustada y fascinada volvía a asomar la cabeza entre la fronda convertida en 'La Matute' para confirmar de viva voz las maravillas de una fantasía salvadora y balsámica. Sabe hoy que «la única verdad es todo lo que me he inventado en la vida» y que «el que no inventa, no vive». Lo afirmó tras recibir de manos del rey Juan Carlos el diploma y la medalla que la acreditan como ganadora del premio Cervantes -la tercera mujer que lo logra tras María Zambrano y Dulce María Loynaz-, y como el trigésimo sexto 'socio' de pleno derecho del selecto club cervantino.

Agradeció Matute el galardón en uno de los más breves, sencillos y sentidos discursos que se recuerdan. Apenas quince minutos cargados de ternura, calor y emoción que arrancaron una de las ovaciones más intensas, cálidas y prolongadas escuchadas en el centenario Paraninfo complutense, la noble sala en el que cada mes de abril se celebra la fiesta mayor de las letras hispanas. Frágil como un pajarillo, lúcida como siempre, recogida en una silla de ruedas, con la voz queda y la mirada tan desvalida como inteligente, la escritora y académica recibió del rey su medalla y su diploma cervantinos. Don Juan Carlos tuvo que romper el protocolo y abandonar la mesa presidencial - en la que estaba junto a la reina, el presidente Rodríguez Zapatero y la ministra González-Sinde- para acercare a la escritora, a la que abrazó y besó muy afectuoso.

Con su dorado medallón al pecho, exonerada del dificultoso ascenso al estrado plateresco y tras advertir que «preferiría escribir tres novelas seguidas y 25 cuentos seguidos antes que pronunciar un discurso», Ana María Matute invitó a todos a compartir «el sueño que me acompaña desde la infancia, desde que por primera vez oí la mágica frase 'Érase una vez' que conmovió mi pequeña vida». Desgranó en un emocionante periplo biográfico su vida plagada de golpes, desgracias y alegrías, de descubrimientos y desencantos.

Explicó cómo la literatura fue para ella un faro contra las «abundantes tempestades y tormentas» de su vida, un bálsamo contra el odio, y como las invenciones se revelaron a lo largo de toda su vida como «las únicas verdades». «San Juan dijo 'el que no ama está muerto'. Y yo me atrevo a decir: 'el que no inventa, no vive'», dijo. Se remontó a su infancia, evocó a su muñeco Gorogó, un regalo de su padre en el que encontró calor y amistad y al que, aún hoy, confía todos sus secretos y junto al que ha vivido este sueño fantástico de ocho décadas que culminó en Alcalá.

Chispa azul

Todo empezó cuando la pequeña Ana María, con cinco años, vio saltar una chispa azul al partir un terrón de azúcar en la oscuridad de su cuarto. Según recordó con los ojos brillantes, en aquel momento se encendió el fuego de una fantasía que ha alimentado hasta hoy. La habitación se llenó de magia «y algo me reveló que yo sería escritora, o que ya lo era». «Aquella lucecita azul, aquel virus no me abandonó nunca. Cuando Alicia, por fin, atravesó el cristal del espejo y se encontró no solo con su mundo de maravilla, sino consigo misma, no tuvo necesidad de consultar ningún folleto explicativo. Se lo inventó», comentó la escritora barcelonesa.

Defendió la autora al maltratado cuento -«por fin respetado en nuestra literatura»- como género mayor de la tradición oral y como un elemento indispensable para iniciarnos en la lectura. Pero sobre todo reivindicó el poder de la invención: «Si en algún momento tropiezan con un historia, o con alguna de las criaturas que trasmiten mis libros, por favor créanselas. Créanselas por que las he inventado». Habló de su descubrimiento del dolor, del odio y la muerte con toda su crudeza en los atroces bombardeos de la guerra civil que «curaron mi tartamudez».

Un conflicto que vivió con once años al lado de una generación de «niños asombrados» que descubrieron como ella que el mundo «se había vuelto del revés». Pero también de la felicidad, una palabra a la que «no debemos temer». Evocó el descaro adolescente que le permitió culminar su primera novela -«manuscrita con 17 años en un cuaderno cuadriculado con tapas de hule negro»- y como con 19 años y «aún con calcetines» se la llevó a Ignacio Agustí, editor de Destino.

Don Juan Carlos agradecía a Ana María Matute el regalo de su universo imaginativo y «su capacidad y maestría para convertir la realidad -por dura que sea- en hermosas palabras, cuentos y novelas». Una poderosa imaginación que salvó a la escritora de sus fantasmas y soledades y que ha sabido convertir en un «regalo para sus lectores». Se refirió el monarca a la literatura de Ana María Matute como «una forma de extraer de uno mismo el malestar del mundo, una suerte de rebelión íntima» que lleva a cabo con prosa «depurada, excelente, musical, poética, colorista y cervantina». A juicio del monarca, en la autora de 'Olvidado rey Gudú' «se hacen realidad las dos virtudes que Cervantes predicó de los cuentos, al afirmar que '.unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos, otros en el modo de contarlos'. Sus textos son una filigrana que muy pocos pueden alcanzar», dijo el rey. Añadió el monarca que cumplen en sus propias palabras «el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasía a través de nosotros mismos».

Por su parte, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, indicó que Matute es una mujer «valiente e intrépida», capacitada para escribir sobre lo «inexplicable y lo intangible, que es lo que nos mantiene vivos en la adversidad». Algo que solo hacen autores privilegiados que «pueden hablar de otras cosas que no ocurren ni sobre la tierra que pisamos ni tampoco en nuestras mentes».