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boda real británica

Enrique el travieso

Como padrino de la boda, está preparando un discurso que avergüence a su hermano pero no a su abuela. Y también se ocupará de entretener a los más trasnochadores

CARLOS BENITO
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Al príncipe Guillermo le esperan mañana varios momentos de máxima tensión. Es lo propio de las bodas, que esta vez se ve potenciado por la rara circunstancia de que el mundo entero estará mirando. Por muy heredero de la Corona de Inglaterra que sea, tendrá que pasar el trago de esperar a la novia, plantado ante el altar mayor de la abadía de Westminster, y cargará sobre sus hombros la responsabilidad -histórica, en su caso- de que la ceremonia transcurra según el encorsetado guion. Pero uno de los mayores temores de Guillermo y de todos los implicados en la organización no tiene nada que ver con la severidad de la liturgia, ni con el baño de multitudes que vendrá después: la gran incógnita de la jornada es el hermano pequeño, Enrique, que en su condición de padrino debe encargarse del discurso en la solemne recepción posterior. Se da por hecho que su texto estará redactado o al menos supervisado por algún sensato comité, pero a Enrique, nadie puede negarlo a estas alturas, le tienen más miedo que a un nublado.

"Enrique es el travieso", dijo en una ocasión Lady Di, puesta en el compromiso de definir en pocas palabras el carácter de sus dos hijos. En cuanto rebasó la adolescencia, el príncipe pelirrojo con cara de pilluelo demostró con creces que su madre lo había calado bien: las hemerotecas de los tabloides, esa enciclopedia del cotilleo, abundan en titulares enormes como 'Harry el Sucio', cuando le fotografiaron palpando con interés el seno derecho de una rubia, o el equivalente a 'Sostenrique', porque, en otra de sus habituales juergas etílicas, le pillaron con el torso desnudo y un sujetador puesto. De todos sus escándalos, el más recordado sigue siendo aquella ocurrencia de acudir a una fiesta de disfraces vestido de nazi, luciendo el correspondiente brazalete con la esvástica.

Enrique siempre fue más aficionado a la cerveza que a los libros, y solía salir con problemas de equilibrio de esos bares bien vigilados donde se desmadran los cachorros de la clase alta británica. En Highgrove, la residencia campestre de su padre, pintó de negro un techo e instaló un potente equipo de sonido y una barra bien abastecida para crear el Club H, un rinconcito de expansión para su entorno más íntimo. Pero el príncipe, que actualmente tiene 26 años, no es solo ese muchacho atolondrado y propenso a los excesos con el alcohol, el tabaco y -al menos, en cierta época- la marihuana. También es el capitán que sirve en Afganistán, pilota helicópteros Apache y se compromete con numerosas iniciativas solidarias: acaba de regresar del Ártico, donde ha participado en una expedición de cinco días junto a varios camaradas mutilados.

La mejor ayuda, su novia

Ahora, cuando se enfrenta al reto de dar forma a su discurso, picardía y responsabilidad libran un singular combate en su cabeza: "Lo estoy preparando con un par de amigos de Guillermo. Contaré unas cuantas historias, pero mi abuela estará allí, así que tendré que ser, hummm, selectivo", ha comentado, si bien tiene el decidido propósito de eludir la sosería y "avergonzar" a su hermano, casi un deber de buen padrino. "Nos aseguraremos de que la gente conozca los buenos y los malos tiempos desde que él era un crío", ha explicado. Según ha trascendido, una de las personas que le están echando una mano en la tarea es Chelsy Davy, su novia intermitente desde hace siete años, con la que ha restablecido las relaciones justo a tiempo para llevarla a la boda. "Ella se acuerda mejor de las noches de marcha con Guillermo", ha justificado un colega.

Los británicos, a los que entretienen mucho estas cosas, llevan semanas bromeando a cuenta del discurso. Una empresa llegó a filtrar en internet un borrador falso, en el que atribuían al príncipe frases como esta: "¿Mayordomo? Por favor, haga entrega a la abuela de los tapones de oídos reales. Yo nunca escucho su parloteo en Navidad, así que no veo por qué debería escucharme ella a mí ahora". Pero, en realidad, Enrique ya ha demostrado su capacidad para conmover con un discurso, sin pasos falsos ni trastadas: él fue el encargado de recordar a su madre en la ceremonia por el décimo aniversario de su muerte, con un texto irreprochable que empezaba con las palabras "Guillermo y yo podemos dividir nuestra vida en dos partes". Además, él mismo ha confesado su estrategia: preparará dos discursos, y el segundo, sin censurar, lo guardará para leerlo entre amigos cuando la pareja vuelva de su luna de miel.

La reina en la frente

Otras encomiendas del padrino entran justo en el campo de especialidad de Enrique: el despendole. Él fue el encargado de organizar la despedida de soltero, que se celebró a finales de marzo en la abadía de Hartland, una extensa propiedad de Devon con un trozo de costa cerrado al público. Que se sepa, la docena de mocetones allí reunida se dedicó a practicar el tiro y el surf, libar oporto añejo y jugar a los personajes, ese pasatiempo animado con bebida en el que uno tiene que acertar el nombre del famoso que le han pegado en la frente. A Guillermo, según ha publicado la prensa británica, le plantaron en la testuz a la mismísima reina, que parece protagonizar buena parte de las bromas en este círculo.

Enrique también controla el programa nocturno de la boda. Por suerte para los invitados, se podría añadir, ya que uno no se imagina a Carlos de Inglaterra con mucha idea de lo que significa un fiestón. El hermano pequeño ha recurrido a su buen amigo Guy Pelli, empresario hostelero, y ha seleccionado la música para la velada, que incluye canciones de artistas como Kanye West o Jay-Z, muy admirados por Guillermo. Como hombre curtido en mil rondas, acostumbrado a que la luz del día le deslumbre a la puerta de un club, Enrique se ha esforzado especialmente en atender las necesidades de los más trasnochadores: para las seis de la mañana ha previsto un desayuno con bocadillos de beicon y otras frituras británicas. Nadie espera que los novios aguanten hasta esa hora, porque se marchan de viaje el mismo sábado, pero seguro que el padrino sigue allí, al pie del cañón, cumpliendo con su deber.