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Los jugadores del Barça se abrazan tras su primer gol. :: DANI POZO / AFP
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Messi emerge entre el caos

El argentino y la roja a Pepe marcaron un duelo bronco que deja al Barça con un pie en la final

IGNACIO TYLKO
MADRID.Actualizado:

Se vengó el Barça porque es muy superior al Madrid, tiene a Messi, un jugador de otro planeta, y actuó más de media hora en ventaja por la expulsión del sobreexcitado Pepe. Sin embargo, los dos mejores equipos del mundo ofrecieron un triste espectáculo en el primer asalto de las semifinales de la 'Champions', casi tan descorazonador como el duelo dialéctico de la previa entre 'Mou' y Guardiola. Nada que ver con la majestuosa final de Copa. El mejor escaparate del fútbol español en Europa derivó en un duelo sin grandeza que deja al Barça como indiscutible favorito para la vuelta en el Camp Nou.

Fue un choque bronco, con poco fútbol, mucho miedo, excesivas protestas y jugadores como Pepe que van a quedar marcados para siempre. En el otro lado, Xavi, siempre inteligente, cerebral y con el balón y el tiempo del partido como aliados. Ya estaría proscrito el central portugués reconvertido en centrocampista si Casquero, al que pateó en la cabeza, no fuera un humilde jugador del Getafe. Tiene tanta potencia, presencia y recorrido como poca cabeza. Alterna jugadas de un poderío inmenso con acciones barriobajeras. Por otro cruce de cables, aleja a su equipo del sueño de la 'Décima'. Se podrá decir que la roja es rigurosa pero la falta no tiene justificación. Mourinho podrá quejarse de que volvió a quedarse con diez pero un futbolista internacional no puede meter una plancha de esa forma. Alves teatralizó una vez más pero la entrada sobraba. Y lo más grave que el portugués es un ídolo del madridismo moderno, el hombre sobre el que el técnico construyó su estrategia para esta seria de clásicos. Un síntoma peligroso.

La sensación es que el Madrid no aprovechó el tirón copero y las dudas del Barça, muy condicionado por sus problemas atrás y la ausencia de un jugador superlativo como Iniesta, y que los azulgrana sacaron ventaja, más por las circunstancias y por el agotamiento del Madrid, que por ambición. De todos modos, fueron justos ganadores porque siempre ofrecieron algo más. Afellay, inédito durante todo el curso, se marcó la galopada soñada para servir el gol en bandeja a Messi.

Guardiola barruntaba plantear algo diferente en el tercer 'clásico' del maratón, no solo ubicar a Villa en la derecha, para fijar a Marcelo, y a Pedro en la izquierda para buscar el uno contra uno frente a Arbeloa. Pero utilizó a Keita y con el malí, el Barça perdía calidad en su mágica zona de creación pero ganaba fuerza para las disputas con Pepe, el 'ogro' del barcelonismo, y Lass, sustituto del lesionado Khedira. La presencia Thiago hubiera representado un enorme pasó hacia adelante en los valores de los que presumen los azulgrana, pero Guardiola concluyó que no era el día de darle galones como titular. En el lateral izquierdo, el renqueante Puyol le ofrecía más garantías que algún joven valor de 'La Masía'. Y en el centro de la zaga repitió con Mascherano como pareja de Piqué. Estuvieron espléndidos.

Mourinho repitió el dibujo de la final de Copa, con las incorporaciones obligadas de Albiol, en lugar del sancionado Carvalho, cuya baja acusó, y del referido Lass. Esta vez, empero, su equipo no presionó arriba sino que esperó atrás, como en el último asalto liguero. Pepe volvía a ser el 'todocampista' ejemplar para su tropa y odioso para el enemigo, sobre todo para un Xavi al que por momentos marcaba al hombre.

Resultado, no estilo

Acertado o no, sorprende, y más jugando en casa, que el club con mayor presupuesto del mundo afronte una semifinal de 'Champions' con dos medios que sobre todo defienden y sin un ariete definido, ya que Benzema, Higuaín y Adebayor integraron un banquillo de lujo. Pero el portugués piensa solo en el resultado, no en el estilo para alcanzarlo.

Desde el primer instante se vio que era el 'clásico' del temor. Unos y otros se preocuparon más de no perder la eliminatoria que de ganarla. El Madrid no aprovechó el subidón de adrenalina para salir a asustar a un rival inquieto.

Apenas hubo ocasiones en un primer tiempo lamentable, impropio de estos equipos pero habitual en los choques de ida de los torneos del KO., y más cuando hay tanto miedo a perder. Tuvo más el Barça, pero tampoco muy claras. Un tiro lejano de Xavi a las manos de Casillas, otro de Villa que salió cerca del poste y, la más clara, una combinación entre Messi y Xavi que también abortó el santo del madridismo.

El método del Madrid era de equipo menor. Balonazos en busca de Cristiano y de las segundas jugadas. Nada de combinaciones o asociaciones. Solo en las acciones a balón parado existía sensación de peligro, ya que Cristiano tiene un fusil en su pie, Xabi Alonso un guante y Pepe y Ramos van de cine por arriba. Y los de 'Mou' buscaron las cosquillas a Alves, un tipo nervioso al que no resulta muy difícil sacar de quicio.

El choque se volvió bronco según se acercaba al descanso. Protestas de todos, faltas sin balón a Pedro y Busquets, exageraciones. Más 'teatro' y antideportividad que fútbol. Cuando el alemán mostró el camino de los vestuarios se lió la marimorena junto al túnel. Empujones, agarrones y manotazo de Pinto a Arbeloa que costó la expulsión al portero suplente. 'Mou' modificó el libreto. Se acordó de Adebayor, ideal para jugar de espaldas, y prescindió de Özil, un marciano en todo esquema que huya del balón. El Madrid sí presionó más arriba a un Barça por momentos errático en los pases. A Ramos se le fue la mano con Messi y se ganó una amarilla que le impide estar el martes en el Camp Nou. Luego llegaría la roja a Pepe, la expulsión a un Mourinho colérico y el festival del número uno del mundo.