Cristiano y Messi se saludan antes del inicio del partido./EFE/ Juan Carlos Hidalgo
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Messi emerge entre el caos

Los dos colosos del fútbol español inician en el Santiago Bernabéu el asalto a Wembley

MADRID Actualizado: Guardar
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Se vengó el Barça porque es muy superior al Madrid, tiene a Messi, un jugador de otro planeta, y actuó más de media hora en ventaja por la expulsión del sobreexcitado Pepe. Sin embargo, los dos mejores equipos del mundo ofrecieron un triste espectáculo en el primer asalto de las semifinales de la ‘Champions’, casi tan descorazonador como el duelo dialéctico de la previa entre ‘Mou’ y Guardiola. Nada que ver con la majestuosa final de Copa. El mejor escaparate del fútbol español en Europa derivó en un duelo sin grandeza que deja al Barça como indiscutible favorito para la vuelta en el Camp Nou, escenario de la batalla final entre los clásicos enemigos.

Fue un choque bronco, con poco fútbol, mucho miedo, excesivas protestas y jugadores como Pepe que van a quedar marcados para siempre. En el otro lado, Xavi, siempre inteligente, cerebral y con el balón y el tiempo del partido como aliados. Ya estaría proscrito el central portugués reconvertido en centrocampista si Casquero, al que pateó en la cabeza, no fuera un humilde jugador del Getafe. Tiene tanta potencia, presencia y recorrido como poca cabeza. Alterna jugadas de un poderío inmenso con acciones barriobajeras. Por otro cruce de cables, aleja a su equipo del sueño de la ‘Décima’. Se podrá decir que la roja es rigurosa pero la falta no tiene justificación.

Síntomas peligrosos

Mourinho podrá quejarse de que volvió a quedarse con diez pero un futbolista internacional no puede meter una plancha de esa forma. Alves teatralizó una vez más pero la entrada sobraba, y más si se tiene en cuenta que era cerca del área contraria. Y lo más grave que el portugués es un ídolo del madridismo moderno, el hombre sobre el que el técnico construyó su estrategia para esta seria de clásicos. Una síntoma peligroso.

La sensación es que el Madrid no aprovechó el tirón copero y las dudas del Barça, muy condicionado por sus problemas atrás y la ausencia de un jugador superlativo como Iniesta, y que los azulgrana sacaron ventaja, más por las circunstancias y por el agotamiento del Madrid, que por ambición. De todos modos, fueron justos ganadores porque siempre ofrecieron algo más. Afellay, inédito durante todo el curso, se marcó la galopada soñada para servir el gol en bandeja a Messi.

Guardiola barruntaba plantear algo diferente en el tercer ‘clásico’ del maratón, no solo ubicar a Villa en la derecha, para fijar a Marcelo, y a Pedro en la izquierda para buscar el uno contra uno frente a Arbeloa. Meditó jugar con tres atrás y reforzar el centro del campo con hasta cinco futbolistas para derribar el búnker de Mourinho, pero la ausencia de Iniesta le impidió acometer una apuesta tan arriesgada. Había cierta expectación por saber si al manchego le sustituiría el veterano Keita o el chaval Thiago. El técnico catalán se decantó por la experiencia, por el músculo. Un síntoma de que estaba temeroso.

Con el malí, el Barça perdía calidad en su mágica zona de creación pero ganaba fuerza para las disputas con Pepe, el ‘ogro’ del barcelonismo, y Lass, sustituto del lesionado Khedira. La presencia del hijo de Mazinho hubiera representado un enorme pasó hacia adelante en los valores de los que presumen los azulgrana, pero Guardiola concluyó que no era el día de darle galones como titular. Es canterano y antepone el buen trato del balón a cualquier otra consideración táctica, física o estratégica. En el lateral izquierdo, el renqueante Puyol le ofrecía más garantías que algún joven valor de ‘La Masía’. Y en el centro de la zaga repitió con Mascherano como pareja de Piqué. Estuvieron espléndidos.

'Mou' huye del balón

Mourinho repitió el dibujo de la final de Copa, con las incorporaciones obligadas de Albiol, en lugar del sancionado Carvalho, cuya baja acusó, y del referido Lass. Esta vez, empero, su equipo no presionó arriba sino que esperó atrás, como en el último asalto liguero. Pepe volvía a ser el ‘todocampista’ ejemplar para su tropa y odioso para el enemigo, sobre todo para un Xavi al que por momentos marcaba al hombre.

Acertado o no, sorprende, y más jugando en casa, que el club con mayor presupuesto del mundo afronte una semifinal de ‘Champions’ con dos medios que sobre todo defienden y sin un ariete definido, ya que Benzema, Higuaín y Adebayor integraron un banquillo de lujo. Pero el portugués piensa solo en el resultado, no en el estilo para alcanzarlo. En Mestalla le salió a la perfección porque ganó pero, como él mismo dijo, cada partido es una historia, con guión, trama y desenlace propios.

Desde el primer instante se vio que era el ‘clásico’ del temor. Unos y otros se preocuparon más de no perder la eliminatoria que de ganarla, aunque al final lo hizo el Barça casi por inercia y en superioridad. El Madrid no aprovechó el subidón de adrenalina para salir a asustar a un rival inquieto. Hubiera sido un factor para calentar todavía más el Bernabéu. Pero dejó hacer al Barça sin irle a buscar. Y, salvo en el tramo final, los catalanes tocaron mucho más atrás que de costumbre. Tenían el balón pero su misión prioritaria era no perderlo. Estaban cómodos y tranquilos los azulgrana pero les faltó profundidad, rapidez y movilidad hasta que Pepe les facilitó el trabajo. Los blancos tenían más jugadores en el centro del campo, casi siempre hasta cinco, pero los culés gobernaban.

Apenas hubo ocasiones en un primer tiempo lamentable, impropio de estos equipos pero habitual en los choques de ida de los torneos del K.O., y más cuando hay tanto miedo a perder. Tuvo más el Barça, pero tampoco muy claras. Un tiro lejano de Xavi a las manos de Casillas, otro de Villa que salió cerca del poste y, la más clara, una combinación entre Messi y Xavi que también abortó el santo del madridismo.

Planteamiento menor

El método del Madrid era de equipo menor. Con todos los respetos para los humildes como el Almería, más propio de un colista que de un club de colosos. Balonazos en busca de Cristiano y de las segundas jugadas. Nada de combinaciones o asociaciones. Solo en las acciones a balón parado existía sensación de peligro, ya que Cristiano tiene un fusil en su pie, Xabi Alonso un guante y Pepe y Ramos van de cine por arriba. Y los de ‘Mou’ buscaron las cosquillas a Alves, un tipo nervioso al que no resulta muy difícil sacar de quicio.

El choque se desarrollaba en una atmósfera de calma tensa pero se volvió bronco según se acercaba al descanso. Protestas de todos, faltas sin balón a Pedro y Busquets, exageraciones. Más ‘teatro’ y antideportividad que fútbol. Cuando el alemán mostró el camino de los vestuarios se lió la marimorena junto al túnel. Empujones, agarrones y manotazo de Pinto a Arbelola que costó la expulsión al portero suplente.

‘Mou’ modificó el libreto en el intermedio. Se acordó de Adebayor, ideal para jugar de espaldas, y prescindió de Özil, un marciano en todo esquema que huya del balón. El Madrid sí presionó más arriba a un Barça por momentos errático en los pases. A Ramos se le fue la mano con Messi y se ganó una amarilla que le impide estar el martes en el Camp Nou. Luego llegaría la roja a Pepe, la expulsión a un Mourinho colérico y el festival del número uno del mundo.