El desconcierto de la Villa roja
El pacto de IU y PSOE descoloca a un electorado que vota a favor o en contra de Barroso
PUERTO REALActualizado:Haga usted la prueba. Pregúntele a cualquier vecino de Puerto Real si tiene cinco minutos para charlar de política. Con independencia de su edad, formación o filiación ideológica, la inmensa mayoría de los que acepten responderle lo interpretarán como una cuestión cerrada: «¿Barroso sí o Barroso no?». Nadie (o casi nadie) hablará de aprobar o suspender la gestión del alcalde, de sus logros y de sus fracasos. Nadie (o casi nadie) se referirá al centro comercial de Entrevías, las obras del soterramiento o la peliaguda situación de Las Aletas. Lo que se evalúa, se apoya o se rechaza es a Barroso 'per se', como 'carácter' y como 'figura'. En segundo lugar, bastante por detrás en el escalafón de prioridades, tocará debatir sobre sus cualidades como estratega, excepcionales o maquiavélicas (según quien hable), su valentía o su osadía (lo mismo) y sus 'dotes' para la oratoria o su incontinencia verbal (ídem). Quizá, si la conversación se alarga y su interlocutor se siente bien informado, haya un tercer capítulo, menor y difuso, en el que caerán temas como el PGOU, los préstamos encadenados o el desmantelamiento industrial. Quizá.
La política 'callejera' de parque, mercería o barra de bar resulta, en el caso de Puerto Real, una porfía de nombres, un 'teatrillo' de personajes, con escasa cabida para los aspectos cuantificables de la materia: qué méritos o deméritos han hecho el gobierno y la oposición para merecer el respaldo o el repudio del electorado.
Desconfianza general
Cerca del centro de barrio de Las 512, una de las zonas más 'obreras' de la Villa, José Manuel Jiménez, administrativo en paro que ronda la treintena, explica que Puerto Real «no tiene muy claro adónde va». Se refiere, con argumentos que suenan a discurso popular, machacado en las tertulias de la plaza, a que la ciudad parece sumida en una especie de transición económica y social permanente «desde que el sector naval entró en crisis». «Ya no somos una población que pueda vivir por completo de la industria, ni de la agricultura, ni de la pesca, pero tampoco queremos reconocer que somos una ciudad dormitorio, y que deberíamos tener los servicios, las comunicaciones y las infraestructuras de una de ellas».
Aunque el declive del sector naval no es nada nuevo, la competencia de los astilleros asiáticos y la falta de una legislación unificada, igual de exigente para la seguridad de los barcos europeos que para los construidos en el resto del mundo, han agravado aún más la situación. Hablando en plata, «hacer un carguero aquí es más caro que en Corea del Sur, y eso no se arregla con ayudas o con los encargos de Venezuela, que no sabemos lo que van a durar».
También está el sector aeronáutico, con Airbus, y el de las grandes construcciones, con Dragados Offshore, los dos referentes macroindustriales tras la marcha de Delphi, pero los vecinos de la villa parecen de acuerdo en que el beneficio que ambas reportan al empleo local «no es el que era», y el brusco cerrojazo a la factoría de General Motors, además, ha dejado en el pueblo una sensación de «peligro inminente». «Cualquier día de estos nos despertamos con que se van de El Trocadero o La Cabezuela, ¿y entonces, qué?».
Aunque suene excesivamente pesimista, Miguel Ángel Pérez, quiosquero, comparte una opinión semejante: «Aquí hay muchas pequeñas empresas que vivían de Astilleros y que han tenido que cerrar, y nadie se atreve a montar otras porque ya no nos fiamos de las industrias que quedan, ni nos creemos que vayan a venir más», resume.
Por otra parte, la condición de ciudad dormitorio en constante crecimiento queda refrendada por un dato inapelable: sólo en 2010, la población empadronada en cualquiera de los diez núcleos residenciales que componen Puerto Real aumentó en un 15,59%. «Es gente que vive aquí, que vota aquí, pero que lo normal es que no trabaje aquí», analiza María Jesús Portillo, dependienta. Eso, para Antonia Fernández, trabajadora de Telefónica, debería traducirse en «centros comerciales, empresas dedicadas al ocio, mejores comunicaciones entre unas zonas y otras y, sobre todo, en una política urbanística más cohesionada». Inés García, que actualmente recibe clases en un Taller de Empleo, pone nombre a dos de las «grandes asignaturas pendientes» de un Gobierno municipal que «es un quiero y no puedo». «El soterramiento, que tiene que acabar con la división en dos de Puerto Real, y las mejoras básicas de las calles y plazas, que a veces dan vergüenza».
¿Y en mayo?
El otro gran pilar del «desconcierto» de los ciudadanos de Puerto Real se refiere a aspectos puramente políticos. Queda claro que la inmensa mayoría de los votantes deja en las urnas una papeleta a favor o en contra de Barroso, por encima de otras cuestiones. El PSOE de Ana Mosquera logró en 2007 capitalizar la opción de la alternativa, con 660 votos por debajo de Izquierda Unida y un concejal que estuvo 'bailando' de unas siglas a otras durante buena parte de la jornada electoral. Sin embargo, las directrices nacionales y autonómicas, amén del equilibrio en Diputación, terminaron por convertir a los 'enemigos' del alcalde en sus socios, muy a pesar de la candidata, que ha tenido que 'sacrificarse' definitivamente de cara a mayo y ceder su puesto a Pedro Romero. La pregunta, ahora, es: con el PP reducido a un concejal, y el PA de Peinado como referente opositor, ¿qué precio pagarán PSOE e IU en Puerto Real por incluir el Gobierno de la Villa en su intercambio de cartas?