«No soy un conductor suicida»
Reconoce que se lanzó contra ellas al intentar esquivar una moto, pero niega que estuviera haciendo trompos y derrapes. El acusado del atropello de 20 personas en una motorada dice que fue accidental
CÁDIZActualizado:«Iba haciendo el loco», afirmaba ayer una chica, en los pasillos de la Audiencia Provincial de Cádiz, ante los micrófonos de la prensa. La joven era una de las 20 víctimas que resultaron heridas en abril de 2005 durante la celebración de la motorada en El Puerto, al ser atropelladas por Israel M. M., un portuense que ahora cumple 26 años y que, según la fiscal, hacía trompos con un coche en el paseo de la Puntilla. En un momento dado, Israel perdió el control del vehículo y se llevó por delante al grupo de personas que asistía como público a las exhibiciones callejeras de motos. Algunas de las víctimas resultaron gravemente heridas y una mujer fue arrastrada bajo el coche.
En la primera sesión del juicio, que se celebró ayer en la Sección Primera de la Audiencia, el acusado reconoció el atropello. Incluso admitió que superaba la velocidad permitida -iba a 60 kilómetros por hora-. Pero negó que estuviera haciendo derrapes con el coche de su padre. Según él, iba «de paseo» con su novia a la vuelta de una comunión y sufrió un accidente al invadir el carril contrario para adelantar a otro vehículo.
Según su versión, al pasar una curva inició el adelantamiento, pero vio de frente «una o varias motos que salían de un pegotón de gente» que ocupaba la calzada y trató de esquivarlas. «Di un volantazo e hice un trompo», recordó el joven. Entonces atropelló a las primeras víctimas. «Intenté controlar el coche y di otro volantazo y arrollé a los demás», explicó Israel, que no supo aclarar por qué no comprobó que el adelantamiento era seguro o por qué el vehículo no se paró tras el primer golpe. «El coche se deslizó; yo no aceleré», es lo único que acertó a decir. Tampoco recordaba si el turismo subió a la acera o fueron las víctimas las que estaban en la calzada. «Todo fue muy rápido», aseguró.
La estrategia inicial del abogado defensor era que se anulara el juicio por las dilaciones indebidas (han pasado seis años), pero al no tener éxito, trató de convencer al tribunal de que los delitos de lesiones cometidos se debían a una imprudencia y no eran «dolosos». De esta manera, la pena que se le pide -once años y medio- sería menor. «Yo en ningún momento quise atropellar a nadie, no soy un piloto suicida», se defendió Israel.
Los recuerdos de las víctimas que testificaron ayer también estaban enturbiados por la confusión del accidente y el paso del tiempo. Por eso, ninguna pudo confirmar con certeza si el acusado hacía trompos, a pesar de que en su día algunos dijeron haber visto al acusado «tirar del freno de mano». Sólo uno explicó que el coche hizo una maniobra extraña y que chocó con un vehículo y una moto. Pero no sabía si era un derrape intencionado. Incluso la chica que decía en los pasillos que Israel «iba como un loco», se limitó a afirmar ante el tribunal que vio el coche yendo hacia ella, pero no sabía de dónde venía. El interrogatorio fue confuso: no se reconstruyó el siniestro, ni se preguntó a los testigos siquiera el punto donde estaban. Es más, del testimonio de las víctimas se infiere que todo pasó entre la avenida de la Bajamar y el paseo del Poeta José Luis Tejada (donde sí hay aparcamientos) y no en el paseo de la Puntilla. Ni se especificó cuántos metros recorrió el coche dando tumbos.
Huyó por «miedo»
A pesar del macabro accidente, Israel huyó a la carrera. Las acusaciones particulares le imputan por ello un delito de omisión al socorro. El joven se excusó ayer diciendo que lo hizo por «miedo», porque un grupo de personas se lanzó contra él con intención de pegarle. «Fui directo a la comisaría, pero unos motoristas me siguieron, me sacaron del coche y me dieron una paliza», recordaba ayer Israel. Los agentes de policía que lo arrestaron a cincuenta metros de la comisaría, confirmaron que cuatro o cinco personas trataron de lincharlo.
Además de las víctimas y los policías, compareció ayer un detective privado contratado por la aseguradora del coche de Israel -Pelayo Mutua de Seguros-, que está personada también en la causa. Sin embargo, su misión fue investigar a una de las víctimas que estuvo en coma y sufre todavía un «trastorno orgánico de personalidad». La aseguradora quería probar que miente y que en los últimos años ha llevado una vida normal e incluso ha trabajado. Pero ella aclaró que no tuvo un empleo remunerado, sino un cursillo de peluquera recomendado por su psicóloga.
El juicio termina hoy con el testimonio de otras víctimas y de la novia de Israel, que lo acompañaba como copiloto, pero no está acusada.