Javier Sierra llega mañana a Cádiz, la ciudad número 37 que visita dentro de su gira. :: L. V.
LITERATURA

Javier Sierra: «Soy una persona que quiere creer»

El rey de los 'best-sellers' llega a Cádiz para compartir con los lectores las claves de su última novela, 'El ángel perdido' Javier Sierra Escritor

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Pertene a una liga, no la de los Hombres Extraordinarios, pero sí la de los autores más existosos de nuestro país. Es el mayor 'best-seller' español, el Ken Follet patrio, y viene con su trabajo más ambicioso bajo el brazo. Javier Sierra, autor de 'La cena secreta', editado en más de cuarenta países, ha vuelto a las librerías este año con 'El ángel perdido', una historia de intriga que tiene el mito del Arca de Noé como telón de fondo. Es más, para preparar su trabajo, decidió ascender al Ararat, el monte bíblico donde se cree están sus restos. Una proeza que contará mañana a sus lectores gaditanos en las 'Presencias Literarias' de la UCA.

-¿Cómo fue la experiencia de escalar el Monte Ararat?

-Quería escribir una novela de aventuras viviendo una aventura yo antes. Es algo poco común en los escritores de mi género. Quería visitar los escenarios de mi novela, sin importarme los riesgos. 'El ángel perdido' es una novela muy viajada. Para documentarme hice más de 100.000 kilómetros y ahora, en la promoción, Cádiz es la ciudad número 37 que visitó desde febrero. Es la última cita española, después voy a América.

-¿Modificó mucho el borrador después de la ascensión?

-Sí. Hasta que no experimenté las dificultades que se tienen a más de 4.600 metros de altitud, no fui capaz de transmitirlas bien a mis lectores.

-A parte de la proeza, su objetivo era encontrar evidencias de la existencia del Arca de Noé.

-Sí, si no hubiera tenido ese estímulo de poder encontrar una de las reliquias míticas más buscadas como es ésta, no me hubiera metido en una aventura así. Me acordé de Perceval, el héroe de 'El poema del Grial' del siglo XIII. Como yo, él también fue en busca de una reliquia imposible y también volvió con las manos vacías. Pero descubrí que lo más importante no es encontrar lo que buscas, sino salir a buscarlo. Es lo que pasa con el Camino de Santiago, por ejemplo.

-Lleva toda su vida desentrañando misterios, ¿desde cuándo le viene esa curiosidad?

-Guardo los relatos que escribía con nueve años en los que hablaba de brujas, fantasmas o de si los vikingos en realidad llegaron a América antes de Colón. Siempre tuve interés por lo misterioso, pero también por contarlo.

-Sus obras son leídas en más de cuarenta países. ¿En algún momento pensó que su carrera llegaría a este punto?

-Nunca. Sí tenía claro desde el principio una cosa: si tienes una buena historia, llegas a todo el mundo. Lo importante es eso.

-Por tener, tiene hasta un autobús propio.

-Lo que ha pasado con este libro es que por primera vez en España se ha hecho una campaña de promoción con el objetivo de que el autor y los lectores se conozcan. No sólo es el autobús, ha habido muchos encuentros. Desde que empezó la gira hasta hoy he dedicado 3.849 libros en seis semanas. Es un indicativo más de que esa membrana antes infranqueable entre autores y lectores se está rompiendo.

-¿Alguna anécdota curiosa con sus fieles?

-Siempre recordaré a un taxista de Barcelona que se desplazó hasta Logroño para que le dedicara su novela, porque no quería hacer las colas de Sant Jordi. Pero luego, acompañado de su hijo, hizo esas mismas colas para que le volviera a firmar otro ejemplar.

-La crisis del clima tiene un papel importante en la novela. ¿Hay algún mensaje implícito?

-Soy un autor preocupado por lo que sucede a nuestro alrededor. Toda la información sobre el cambio climático me interesa. Coincide con los miedos al fin del mundo que han sufrido todas las civilizaciones. Antes era al diluvio universal, ahora a las tormentas solares. El hecho de que una lluvia magnética nos pueda dejar sin satélites o luz eléctrica, por ejemplo.

-Se considera una persona espiritual.

-Soy una persona que quiere creer. La fe es una fuerza interior que no conoce obstáculos. Quien la ha tenido ha conquistado el mundo.

-¿Pero todavía no la tiene?

-Soy un hombre que la busca.

-Ha dicho que Dios es un reloj.

-Sí, es mi visión. Es como un mecanismo que ordena todo lo que sucede a nuestro alrededor, de forma superior a nuestro entendimiento. Lo entiendo mejor así, que si lo imagina como un señor con barba que nos castiga. Esta visión es más sana.

-Su búsqueda está dirigida a responder cuestiones existenciales. ¿Ha hallado ya alguna respuesta?

-Sí, pero son íntimas. Lo que puedo decir es que el papel o la misión de la literatura es buscar respuesta a los grandes interrogantes. De lo contrario, sería una mera evasión. Yo quiero hacer pensar a mis lectores.

-¿Hay archivos a los que no le hayan dejado acceder?

-Por supuesto. Para acceder a ciertos documentos hay que tener una cierta afiliación. Por ejemplo, al archivo Vaticano he tenido problemas, igual que a los archivos de logias masónicas. Pero los problemas siempre son un estímulo para mí.

-Dice que las grandes experiencias nacen de la sugestión. Usted escribe sobre leyendas o mitos que no se han demostrado. En ese caso, ¿sólo nos queda creer en ellos o no?

-La mitad de nuestra vida se sustenta en cuestiones que no podemos ni medir ni estudiar. El amor, por ejemplo, muchas veces no se puede ni describir. Un tercio de nuestra vida la pasamos soñando y hay veces que respondemos a ciertos estímulos en función de ensoñaciones que hemos tenido. Pero eso es lo mejor de la vida. Eso nos hace humanos también.