La contaminación provoca una barrera de tal forma que el polen existente se encuentra concentrado en una caja cerrada. / juan carlos hidalgo
prevenir y curar

Alergia, el ‘lujo’ más común

En menos de 10 años la mitad de la población padecerá alguna alergia, una reacción inmunológica que afecta mucho más a los países desarrollados

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Entre un 20 y un 25% de la población mundial padece síntomas de alergia respiratoria, rinitis y/o asma. Según el Estudio Internacional de Asma y Alergia en la Infancia, un proyecto mundial de investigación sobre la prevalencia y factores de riesgo asociados a asma y enfermedades alérgicas, en 2020 el 50% de la población mundial padecerá alguna.

Aunque, paradójicamente, padecer una alergia puede ser una bendición, ya que guardan una relación directa con el nivel económico, además de con la higiene.

En palabras de la doctora Gabriela Canto Díez, jefa del Servicio de Alergología del Hospital Infanta Leonor (Madrid), «en los países menos desarrollados el sistema inmune está entretenido en combatir enfermedades infecciosas, frío, mala alimentación… por lo que tiene menos posibilidades de desarrollar otro tipo de enfermedades como las alérgicas. Por eso, en los países pobres, la incidencia de alergias es muchísimo más baja que en los países ricos. De hecho, aunque en nuestro país, en el que todos los sustratos están sometidos a un nivel de alergia determinado, también existen diferencias: cuanto mejor nivel económico haya más enfermedades alérgicas».

¿Qué es la alergia?

La alergia es una respuesta exagerada de nuestro organismo a determinadas sustancias que vienen del exterior; en el caso de la primaveral, a los pólenes de las plantas y árboles que polinizan en esa estación. Por eso, aunque hay más en primavera los alérgicos al ciprés las padecerán en invierno.

Lo que sucede entonces es que se inflaman las vías nasales y la respiratoria produciendo síntomas de rinitis, que consiste sobre todo en el taponamiento nasal, hidrorrea (cuando sale líquido por las fosas nasales), prurito nasal y estornudos en salva, o de conjuntivitis y síntomas de irritación conjuntival como picor y lagrimeo.

Cuando además hay asma, el paciente tiene tos seca en accesos y disnea sibilante (ruidos en el pecho con forma de silbidos). En algunos pacientes puede haber también un cuadro cutáneo manifestado en forma de picor y urticaria.

Contrario a lo que se pueda pensar, las alergias no son hereditarias, aunque sí se hereda la predisposición familiar a tenerla.

«Aquellos pacientes que tienen antecedentes familiares, si además en la infancia tienen alergia a algunos alimentos, van a desarrollar otro tipo de alergias a lo largo de su vida», matiza la doctora Canto Díez, quien no duda a la hora de asegurar la importancia de tener un diagnóstico preciso para que el paciente pueda prever qué tratamiento tiene que realizar y qué medidas preventivas y profilácticas debe seguir para combatir ese antígeno. Hoy por hoy, para combatir las alergias existen dos fórmulas. La primera es la sintomática, a través de tratamientos que palían los síntomas con antihistamínicos o corticoides inhalados con unos resultados muy buenos.

La segunda, la etiológica, que incide directamente sobre la causa. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que el único tratamiento que de verdad modifica el curso de la enfermedad y ataca directamente la causa que ha producido la alergia es la inmunoterapia específica o vacunas alérgicas.

Lo que se consigue con ello es modificar la respuesta inmunológica del paciente a la sustancia que le causa la alergia. El problema es que para ello el diagnóstico tiene que ser muy preciso y no todo el mundo es candidato a ese tipo de tratamiento.

Inmunoterapia

Según informa la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, la inmunoterapia, que este año cumple cien años, consiste en la administración repetida y gradual de una sustancia alergénica a un paciente sensibilizado a ella, durante un periodo de al menos tres años, con intención de lograr su tolerancia, al modificar las células del sistema inmune que regulan el fenómeno de la alergia. La vacunación antialérgica puede administrarse por vía subcutánea o sublingual, y ha demostrado su eficacia contra enfermedades alérgicas respiratorias como el asma, la rinitis, especialmente en la alergia al polen, la alergia al veneno de himenópteros (avispas y abejas) y los alergólogos están estudiando sus posibles aplicaciones para la alergia a alimentos.

Cuando no hay posibilidad de inmunoterapia, el paciente podrá aliviar los síntomas no solo con el tratamiento médico, sino con pautas alimenticias. Una dieta mediterránea frente al fast food ayuda, sobre todo si esta es rica en ácidos grasos Omega 3 (salmón, sardinas y otros pescados azules) y en alimentos que tienen componentes que actúan como antioxidantes y antiinflamatorios naturales (frutos rojos como la grosella, la frambuesa y el arándano). Toda ayuda es poca, más cuando se vive en una ciudad con un alto nivel de contaminación.

Esta forma una barrera, de modo que el polen queda concentrado. Es como si al paciente se le encerrara en un caja y estuviese obligado a inhalar más cantidad de polen. Además, a esta concentración hay que añadirle que las partículas diésel de los motores vehiculizan las de polen. Es así cómo facilitan su entrada en el árbol respiratorio.

Por esto, trasladarse a zonas con aires más limpios también puede ayudar a superar una primavera que se presenta muy dura.