¿Dos alcaldes al precio de uno?
Tras cuatro años marcados por la moción de censura, el resultado del 22-M se presenta incierto
CHICLANA.Actualizado:La distancia entre el amor y el odio es mínima, casi infinitesimal. Eso debió de pensar Ernesto Marín (PP), por aquel entonces alcalde de Chiclana, cuando le sonó el teléfono y este redactor le preguntó sobre lo que acababa de ocurrir en la asamblea de un partido pequeño, con siglas que mezclan el socialismo y el andalucismo, pero que estaba a punto de cambiar el rumbo de la ciudad para siempre.
Aquella tarde el empresario de muñecas que había probado suerte en política al frente del PP comprendió que su tiempo en la alcaldía tras 17 meses había acabado. De hecho bastaron unos días para que, finalmente, el 22 de noviembre de 2008, una moción de censura promovida por el socialista José María Román lo desalojara del poder con el apoyo de las que habían sido sus socias en el cuatripartito, Ángeles Polanco (PSA) y Nadine Fernández (IU).
Pero, políticamente hablando, la rocambolesca historia de los últimos cuatro años en Chiclana había comenzado mucho antes, en mayo de 2007. Aún hoy hay quien no da crédito a que cuatro formaciones políticas tan dispares fueran capaces de acordar un cambio tan radical. Tras varias mayorías absolutas consecutivas del PSOE, José María Román no logró aglutinar el apoyo de los suyos en las urnas en las municipales de 2007. «Hubo exceso de confianza», reconocen en privado algunos miembros del PSOE.
El partido más votado en Chiclana durante décadas había perdido contra todo pronóstico la mayoría absoluta, y por tanto la hegemonía. En la noche electoral, el recuento de sufragios en la Casa del Pueblo se convirtió casi en un funeral, mientras a unos metros, en los pasillos del hotel Alborán, la algarabía se apoderaba del cuartel general del PP ,y se gestaba, ya entrada la madrugada, la histórica foto de Butrón (IU), Guerrero (PA) y Marín con las manos entrelazadas. El PSOE había sido castigado, y se abría la puerta al que algunos llamaron después 'el pacto por la pasta'. «Fue una noticia impactante. Tantos años de gobierno socialista, y de pronto el alcalde era de otro partido», reconoce Luisa González, funcionaria de la Junta.
Las semanas que siguieron a la cita con las urnas, en la que apenas votó el 44% del censo chiclanero (55.372 personas), fueron intensas para todos, vibrantes desde el punto de vista informativo. Con 11 concejales sobre los 25 que tiene la Corporación (venían de tener 14), los socialistas tentaron a los que hasta aquel entonces habían integrado la fiera oposición local. Necesitaban, al menos, dos concejales para continuar gobernando.
José Pedro Butrón, en aquellos días aún líder de IU, (formación que terminaría expulsándolo por no pactar con los socialistas meses después), se negó a dar sus tres concejales a Román, y comenzó a negociar con el PP. Tras asegurarse la gestión del urbanismo en el nuevo gobierno local, el pacto estaba cantado. Chiclana cambiaba de rumbo, aunque muchos chiclaneros ni siquiera fueran conscientes. «En los pueblos los políticos van y vienen, pero todos son igual de malos», considera Felipe Gómez, jubilado, bastantes meses después de aquello.
Nacía el cuatripartito, un pacto heterodoxo e indisoluble como pocos en la política democrática española. Ernesto Marín (PP) se convertía en alcalde en medio de un ambiente «muy extraño pero a la vez muy interesante para los que seguimos de cerca los acontecimientos», recuerda José Antonio Lobón, estudiante de Periodismo.
Un gobierno inestable
Pasada la algarabía inicial de quienes estrenan zapatos o despachos, el cuatripartito comenzó a hacer aguas antes de lo previsto. La sanción urbanística a Marín por abrir su fábrica sin permiso, episodio luego desmontado por la justicia, los presuntos malos tratos de Guerrero a su madre, o la cada vez mayor ansia de poder de Polanco, ejercieron una presión insoportable.
«Si el PP hubiera gobernado en solitario habría sido diferente», considera Roberto Ruiz, empresario de informática. El punto de inflexión en la ruptura del cuatripartito fue, sin duda, la crisis interna de IU. En una maniobra bastante torpe, Butrón expulsó de esta formación a su número tres, Nadine Fernández. El pacto a cuatro bandas saltaría por los aires unos meses después.
Con José María Román dando clases en su instituto de Secundaria, más pendiente del teléfono que los alumnos, el PSOE se rearmaba. «Cabezota como pocos», 'Chefi' no tardaría en recuperar el poder.
Los socialistas, expertos en la guerra de guerrillas de la política local, sabían que aún hacía falta un voto más para arrebatar la alcaldía a Marín. Y no hubo que esperar mucho. Con un paripé bien ensayado en forma de asamblea de militantes, el PSA de María de los Ángeles Polanco anunció en julio de 2008 su salida del cuatripartito.
Apenas unas semanas más tarde se cerraba en el Parador de Cádiz, con la firma de los líderes provinciales, un nuevo pacto para Chiclana, ésta vez entre PSOE, PSA e IU, y se producía la primera moción de censura de la historia democrática de la ciudad. Fue el 22 de noviembre de 2008. Aquel día acabó uno de los periodos más convulsos en la política local. Y desde entonces, el PSOE gobierna la ciudad.
Ahora, el principal partido de la ciudad se enfrenta a la reválida de comprobar si Román es capaz de mantener la alcaldía. «Aquí vota muy poca gente, y es complicado hacer quinielas», asegura María Gómez, ama de casa, que coincide en lo difícil que resulta hacer pronósticos en una ciudad acostumbrada al inmovilismo.
Esa es una de las claves esenciales que marcarán el futuro de la alcaldía chiclanera. Como el propio Román reconocía hace unos días en un mitin público, «esto no está ganado»; cada voto cuenta. Y quien logre movilizar mejor a los suyos saldrá con ventaja.
La oferta de siglas es muy amplia. El 22 de mayo se verán las caras en las urnas once candidatos de otras tantas formaciones, la mayoría sin experiencia. Además de los socialistas, solo repite cartel el PP, con Ernesto Marín de alcaldable, que se presenta con un equipo consolidado, mayor experiencia, y más vitalidad política.
Como tercera opción se posiciona Unidos por Chiclana. El invento de Butrón tras su salida por la puerta falsa de IU incorpora el extra populista de Guerrero (ex del PSA y del PA), como número dos, y podría volver a ser la llave de otro hipotético pacto.
Luego está IU, que buscó en su alcaldable, Ana Rodríguez, una cara joven y sin experiencia en política; su aval es haber sido cargo de confianza estos últimos cuatro años. Por su parte, la coalición andalucista (PA + PSA) dará el toque exótico a las papeletas, con el conocido cantante, Antonio Alemania, como cabeza de cartel.
Completan la ristra de partidos los minoritarios, DIPA, UpyD, el partido de autónomos, Pautie, o Integra Chiclana entre otros. Además, no conviene olvidar la apuesta política surgida del conflicto por la regularización de viviendas. El Partido Vecinal (PVRE) se presenta con posibilidades reales de conseguir representación. Aunque visto lo visto, nadie se atreve a hacer quinielas. Las encuestas son confusas. Y en Chiclana, con más de 15.000 desempleados y 15.000 casas ilegales, el futuro es incierto.
La batalla ha comenzado. Y se libra donde hace 200 años se derrotó por primera vez a los franceses.
En aguas de La Barrosa.