La voz del asesino
LONG ISLAND (NUEVA YORK). Actualizado: GuardarDurante semanas la familia de Melissa Barthelemy, desaparecida el 9 de julio de 2009, no solo sufría por la indiferencia de la Policía. También la torturaba el asesino con sus llamadas telefónicas.
Desde el teléfono móvil de su víctima, el siniestro personaje llamaba a su hermana pequeña, Amanda, de 16 años, para insultar a la malograda prostituta de 29 años por su estilo de vida. La familia tuvo que contratar a un abogado para lograr que la Policía interviniera el teléfono, antes de que llegara la más cruel de las siete conversaciones. «¿Crees que la volverás a ver? No, la he matado», espetó con frialdad el 26 de agosto.
Habían sido 40 segundos de los que hielan la sangre. Las llamadas nunca duraban más de tres minutos para impedir una rastreo exhaustivo y siempre procedían de sitios concurridos de Nueva York, donde resultaba imposible distinguir al autor entre la multitud por las cámaras de seguridad. De ahí surgió la teoría de que el asesino conoce tan bien las técnicas de la policía que quizás sea o haya sido uno de ellos. «Eso lo habéis inventado vosotros», espetó airado a la prensa Kevin Smith, lugarteniente del Departamento de Policía del Condado de Nassau, que investiga los crímenes.
El moderno Jack el destripador busca a sus víctimas por Internet y contrata sus servicios con teléfonos desechables. «Frío y calculador», en palabras de Steven Cohen, abogado de la familia. «Sus actos eran premeditados. En mi opinión, Melissa no fue su primera víctima».
Este será el tercer asesino en serie que conozca Long Island. Los dos anteriores resultaron hombres blancos de mediana edad con empleos que les hacían sentirse infravalorados: Joel Rifkin, un jardinero que mató a 17 mujeres en menos de tres años (1991-1993), y Robert Shulman, un cartero sentenciado por el asesinato de cinco entre 1991 y 1996.