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Ory se hace eterno en Cádiz
Amigos y miembros de la fundación que lleva su nombre asisten a la apertura de algunas de las 300 cajas que guardan las 8.000 piezas cedidas Laura Lachéroy, su viuda, abre para la ciudad la rica herencia del poeta
CÁDIZ. Actualizado: GuardarQué preciosa casualidad. Lo avisaba para los incrédulos su íntimo amigo, Jesús Fernández Palacios: «hoy, en el muelle, hay atracados dos trasatlánticos de nombre 'Oriana' y 'Poesía'». Se conjuraron pues los astros ayer para crear más ambiente aún si cabe a uno de los días grandes de la Fundación Carlos Edmundo de Ory. La casa de Thezy Glimont del poeta gaditano fallecido en noviembre ya llevaba un mes volcada en una de las salas de la segunda planta del Centro Cultura Reina Sofía.
Embalado en casi 300 cajas, el legado que cediera en vida el creador del Postismo a la ciudad de Cádiz aguardaba a que la viuda y presidenta lo descubriese. Y ella, visiblemente emocionada, así lo cumplió. «Carlos estaba lleno de Cádiz y ahora Cádiz está lleno de él». El acto simbólico -se abrieron solo tres o cuatro paquetes- sirvió también para reunir a algunos de los miembros de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, amigos todos de la familia, al concejal de Cultura Antonio Castillo y a la alcaldesa Teófila Martínez. Una previa a la cita que tienen hoy, la primera reunión del patronato. Si el encuentro de esta mañana está encauzado al trabajo, el de ayer tenía un motivo mucho más lúdico. Recordar al viejecito que nunca dejó de asombrarse como un niño, un profesional concienzudo, un artista y admirador de los de su tiempo, de su padre, líder, mecenas, atrevido, sensible.
La historia del poeta famoso por sus aerolitos se dibuja a través de esas 300 cajas, una por una. Con cada una de las 8.394 unidades que conforman el tesoro legado. Se escribe con la tinta de sus libros y cartas; se recrea en las fotos, collages y dibujos. Y parte de su lado más infantil, con una colección de caballos, otra de juguetes, y decenas de obras de arte. Los documentos, «machacados» a anotaciones; los retratos, dedicados; las piezas, rubricadas; las series, perfectamente ordenadas.
Aerolitos en las greguerías
Con apenas 15 minutos y tres cajas se pudo hacer un esbozo. Laura desveló al azar el contenido de un paquete de libros. De nuevo los astros perfectamente alineados, pues salió a la luz de las primeras una de esas joyas bibliográficas que con tanto cariño guardaba Ory, 'Las cosas como fueron', las memorias de su amigo Francisco Nieva. Tras este volumen, las 'Greguerías' de Ramón González de la Serna, en la que Ory depositó un papel con la transcripción literal de lo que en el libro González de la Serna contaba del poeta. «Son buenos de Edmundo de Ory (refiriéndose a sus aerolitos): 'El silbido es el esqueleto de la palabra'/ 'La luna es la cáscara del silencio del mundo'/ 'El acordeón de la semana se rompe siempre los domingos'».
El preciosismo de sus creaciones se pone de manifiesto también en sus facetas de estudioso y gran coleccionista. Sus amigos, su viuda y todos los que tuvieron oportunidad de compartir algún momento de su longeva y fructífera existencia reconocen en él a una persona serena, aunque tremendamente inquieta. Todo perfectamente atado lo dejó para los suyos y su Cádiz. Por eso, cada uno de sus libros, entre los que figuran (de los descubiertos ayer) obras de Félix Grande, un monográfico sobre Andalucía publicado tras la muerte del malagueño López Caparrós, 'Panorama literario', 'Nueva Poesía gaditana' y una pequeña biografía de Lorca escrita en francés, están sellados y firmados por el poeta gaditano.
Y en perfecto estado de conservación, como imágenes imborrables de su vida, la colección de caballitos, su bastón, los collages de amigos -se abrió uno de Nanda Papiri-, los suyos, sus objetos exóticos, sus juegos, relojes, plumas y catálogos de revistas. Todo un universo, el del poeta que se llenó de Cádiz para volcarse luego en ella. El contenido de esos centenares de cajas de cartón son de oro. El tesoro de Ory.