Lute que estás en la sierra
Actualizado:Eleuterio Sánchez puede mirarte sobre sus gafas de sol estilo lolailo y espetarte sin parpadear: «Yo ya no soy El Lute». El último merchero, que estudió leyes en la cárcel, después de protagonizar algunas de las más atrevidas fugas del franquismo, ya no quiere ser aquel atracador escuálido que escoltaban dos picoletos en una de las históricas fotos de aquella remota dictadura. El fue un preso pero desde hace mucho es un hombre libre. O quiere serlo. Le han usurpado su mote a favor de un tal Antonio Manuel S.C. Tiene 40 años e hicieron falta más de 70 agentes de la Benemérita para prenderle entre los recovecos de la sierra de Cádiz. Hizo falta un ejército para reducirle. Operación Camina le llamaron en los códigos oficiales al despliegue del célebre Instituto Armado. Camina o revienta, claro, por los vericuetos de Benamahoma o El Bosque, atemorizando a guardas forestales, a senderistas o a pastores.
Cuando la crisis ahoga, siempre nos viene bien un Lute que echarnos a la boca. Ocurrió hace 40 años y vuelve a ocurrir hoy. La ciudadanía necesita malandrines con los que distraer la atención respecto a los auténticos malos de la película, los navajeros que se esconden en las agencias de evaluación de riesgos, los carteristas de las grandes transnacionales, los espadistas y butroneros disfrazados de proceres.
El nuevo Lute, antes de ser conducido al juzgado de Ubrique, también quiso escapar en el laberinto de la Sierra Margarita. Saltó a tres metros de altura sobre un arroyo, arrastrando a dos números en la caída. Cuando le metieron en el calabozo, la sociedad respiró tranquila. Y es que, sobre todo en estos tiempos de sumisión y paso atrás, a los amos del cotarro les viene bien que haya buenos salvajes a los que sacar a cinco columnas para que los ciudadanos les conviertan en héroes o en villanos, antes de que esos mismos ciudadanos decidan convertirse en los villanos o en los héroes de su propia historia, y asalten supermercados, timbas de la especulación o concejalías; antes que rendirse a la evidencia de que ya no existen personajes intrépidos como antes, como aquel otro Lute, Eleuterio Sánchez, que nos mira desde sus gafas de lolailo, diciéndonos algo así como: «Yo escapé de la cárcel ya hace mucho y no estoy dispuesto a volver a ella. Ni a la de verdad ni a la del pensamiento». Ahora mismo, quizá, Antonio Manuel, de 40 años, está esperando una conducción para demostrarse a sí mismo que la libertad siempre es de aquellos quienes la reclaman. Se llamen o no se llamen Curro Jiménez o El Lute nuestro que estás en la sierra. Los verdaderos criminales de los tiempos que corren no suelen salir en las páginas de sucesos.