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Una jornada que confirma el peso de su historia

Las inclemencias meteorológicas hacen que las hermandades se piensen hasta el último momento hacer su estación de penitencia

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Las hermandades han madurado. Atrás quedan los años en los que la lluvia era un simple obstáculo para hacer la estación de penitencia, amparadas las imágenes en unos plásticos inservibles que sólo deterioraban más los bordados y terciopelos de las cofradías. Pasos de misterio con mantas encima del dorado, nazarenos empapados, costaleros entre charcos negociando las peores calles de la ciudad. Atrás quedaron todos esos años, y ahora gracias a Dios las cofradías miran hasta el último parte, hasta la más mínima previsión meteorológica antes de hacer las locuras que el corazón, caprichoso, te dicta cuando llevas un año esperando un segundo de gloria con tus titulares.

Así que las cofradías salieron a la calle, pero lo hicieron porque confiaron en unos medios técnicos que aseguraban que hasta el Martes Santo por la mañana ya no llovería más en la ciudad, y por suerte, así ocurrió. Aun así, todas las corporaciones se esforzaron en cumplir los horarios establecidos, para así no tener complicaciones de última hora que les hicieran tener que correr hasta su templo, como ya ocurriera el año pasado en la misma jornada, Lunes Santo. Solamente la Cena cambió sobre la marcha parte de su recorrido temiendo el agua del cielo y decidió ir más rápido por la calle José Luis Díez en vez de enfilar Carpintería Baja.

Eran otros años, decía, y es que ya ni siquiera la Cena abre la jornada del Lunes Santo. Lo hace la hermandad de Fátima, que se lo ha ganado a pulso gracias al supremo esfuerzo de la junta de gobierno y de todos los hermanos que componen la cofradía. Un grupo de costura que habría que hacer números para saber el dinero que ahorran a la hermandad, una juventud emprendedora e ilusionada, y unos méritos adquiridos que la han convertido de pleno derecho en una de las cofradías de la Semana Santa jerezana. Y una de las vistosas, además.

El día completaba además un conocimiento geográfico amplio de nuestras calles. Cofradías que llegan desde la parroquia de Madre de Dios, otras que llegan desde Fátima, otras céntricas y otras desde la Plata. Todos los puntos cardinales de la ciudad, norte, sur, este y oeste representados. Jerez entero viviendo su Semana Santa, lo que nos obliga a meditar en cómo y cuánto cambia Jerez cuando llega la Semana Mayor. No es sólo cuestión de que el centro se paralice, o que los palcos se llenen. Es que Jerez, sus parroquias, sus centro de mayores, sus colegios, viven esta semana grande con la intensidad que requiere para que, cuando llegue la Semana Santa, todo sea normalidad y tranquilidad.

Pero es que además, con las cinco cofradías que ayer hicieron su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, tuvimos la oportunidad de conocer todas las visiones que puede tener un cofrade. Desde el recogimiento más austero, que viene de Amor y Sacrificio, a la potencia y vigorosidad de una cofradía de barrio emergente, como la Paz de Fátima. Desde el clasicismo elegante de la hermandad de la Cena, hasta la explosión de júbilo de la cofradía que le sigue sus pasos, la Candelaria, pletórica de duende y tronío. Desde el silencio incomprendido de Amor y Sacrificio, hasta el silencio comedido de la hermandad de la Viga. Todos diferentes, cortejos alegres y silenciosos, mandos de capataces de solera contra algunos recién adquiridos...

Es el Lunes Santo, por tanto, una oportunidad única para contemplar la Semana Santa de Jerez en toda su dimensión cristiana, y así lo supo entender Jerez ayer, que se volcó con las cofradías pese a lo desapacible del día. Se levantó la mañana envuelta en fuertes vientos, con el cielo encapotado, y con las miradas dirigidas al cielo. Los partes meteorológicos anunciaban cierta mejoría para la segunda parte del día, justo en la que salían las cofradías a la calle. Y hasta el final esperaron, antes de decidir qué hacer. La primera que debía decidirse era la hermandad de Fátima, y cómo no, decidió salir a la calle. No podían quedarse en tierra, no debían defraudar a los devotos, y desde el primer momento mostraron su valentía. La misma que defendieron cuando decidieron hacer un paso de palio para la Virgen del Refugio, mientras que Jerez entero les decía que era una temeridad... Qué equivocados estábamos... La temeridad era dejar en casa a la bella dolorosa de Elías Rodríguez Picón, cuando la hermandad tenía recursos para ello.

Así que apenas un año después de anunciar que se incorporaban al Lunes Santo, la cofradía se presentó con los sones de Valme tras el paso de misterio, que entró en Carrera Oficial orgulloso de sí mismo. El Señor, que estrenaba la túnica obra de Antonio Villar, lucía parsimonioso en su paso de misterio, que con buenos andares fue ganando metros al sueño de una calle Larga que siempre estuvo muy lejos de Fátima, hasta ayer. El paso de palio, obra del mismo bordador cordobés con diseño de fray Ricardo de Córdoba, lucía una magnífica candelería, propiedad de San Bernardo, y un manto confeccionado por las propias hermanas de la cofradía. Aires de barrio, de barrio elegante, para una de las hermandades que están llamadas a cambiar la historia de la Semana Santa de Jerez. Aires de barrio para una cofradía que vivió sus mejores momentos cuando regresó a su feligresía, con el cariño de todos sus devotos que, exultantes, jaleaban a la corporación antes de regresar a la parroquia de Fátima.

Costalería en San Marcos

Como siempre, las cosas siguieron igual por San Marcos. Martín Gómez y Miguel Ángel Jaén dejaban bien a las claras que a la hermandad de la Cena le importa, y de qué manera, que sus pasos vayan bien, que sean un referente para el resto de cuadrillas jerezanas. Sonaban aires de agrupación musical cuando el Castillo, el maravilloso paso de misterio que restaurado por Francisco Bazán y Francisco García Brenes ha recuperado su esplendor, inundaba la plaza San Marcos con sus aires trianeros y su caminar de ensueño. El Señor, que lucía para la ocasión un mantolín brocado morado, se hacía presente entre la multitud invitando a participar a todos de su mesa, una mesa que se queda siempre pequeña para la cantidad de comensales que quieren participar de la Eucaristía.

Con su caminar de ensueño, que dijera el pregonero, con sus andares valientes e innovadores, la cofradía fue avanzando engarzando una marcha tras otra, siempre atestado de público que les animaban a seguir con su esfuerzo un poco más. Horas de dedicación, horas de ensayo que se vieron recompensadas con los dos pasos de la cofradía dando lecciones de cómo se anda en Jerez, y de cómo se hacen las cosas. Una hermandad donde el diputado mayor de gobierno está al servicio de sus titulares, un ejemplo más de compromiso y madurez de una hermandad que está llamada a entrar, de lleno, en la historia de la costalería y de tantas otras cosas.

Por Santa Ana, sin embargo, no es que no importen los costaleros, sino que tienen asumido que mantienen dos de las mejores cuadrillas de Jerez sin necesidad de nada más. Y además, teniendo en cuenta que el misterio irá el próximo agosto a Madrid a participar de las Jornadas Mundiales de la Juventud, las horas previas a la salida procesional eran horas de fiesta en Santa Ana. La cofradía, valiente como pocas, decidió salir a la calle, y desde el principio se notó ambiente de día grande por la feligresía. Los pasos de la corporación, coquetos y elegantes, con sones de barrio, se fundieron con la muchedumbre que les esperaba en la plaza de la Constitución.

Y es que todo, cuando se sabe entender, se sabe disfrutar. Así lo hicieron en Santa Ana, y así pasó también por Madre de Dios, donde Amor y Sacrificio iba más acompañada que nunca. Un García-Pomar, nombre histórico de la Cena, dejaba a su Señor del Cáliz para acompañar a la dolorosa del manto negro. Quién sabe lo que tenía que pedirle... Mejor dicho, quién sabe cuánto tenía que agradecerle... Ella, sabedora de sus silencios, todo lo calla. Y sus nazarenos, rezando el rosario, acompañaron la pena de un buen cofrade, que ayer saldó una deuda, y que ya podrá volver sin miedo a la que siempre ha sido y será su cofradía.

Como siempre volverá, y que nunca cambie, el Señor de la Viga a la Catedral. Envuelto en los colores de las bengalas, la hermandad de la Viga puso el broche de oro a una jornada que demostró que pese a las novedades, siempre nos quedará el manto del Socorro para recordar que lo añejo, lo antiguo, lo tradicional, está impreso a fuego en el costado del Cristo de la Viga. Un lujo para la Semana Santa de Jerez, y un privilegio para el Lunes Santo. Una jornada épica que desafió a las inclemencias del tiempo.